Feria de Bilbao

¡Que este gran triunfo no venga envenenado!

Importante tarde de Víctor Barrio, que suma tres trofeos y rotunda Puerta Grande

El segoviano Víctor Barrio, a hombros en la plaza de Valdemorillo
El segoviano Víctor Barrio, a hombros en la plaza de Valdemorillolarazon

En la plaza de toros de Valdemorillo (Madrid). Última de la Feria de San Blas y la Candelaria. Se lidiaron toros de Cebada Gago, correctos de presentación. El 1º, va y viene por el derecho sin entrega y menos franco por el zurdo; el 2º, noble pero con las revoluciones justas; el 3º, descastado; el 4º, de mala clase, arrolla por falta de entrega; el 5º, noble, de buen aire pero muy a menos; y el 6º, toro bueno y repetidor, premiado con la vuelta al ruedo. Dos tercios de entrada en los tendidos.

Paulita, de nazareno y azabache, estocada punto trasera (saludos); estocada delantera (saludos); Manuel Escribano, de azul pavo y oro, estocada (oreja); estocada buena (vuelta al ruedo); y Víctor Barrio, de grana y oro, casi entera en buen sitio (oreja); estocada caída (dos orejas).

Como si se tratara de un precipicio, la corrida de Cebada Gago nos iba dando un empujón más al vacío. Pasito a paso. Desrazados los toros, nublada la feria. Daba todo igual, porque resultaba difícil dar una vuelta más allá con lo que traíamos de acá, dígase el día anterior y una corrida indigna. Cebada remendaría los números para salir de Valdemorillo con las cuentas más despejadas, maquilladas digamos. Fue el quinto toro del festejo el que hizo el primer milagro: descolgar la embestida de salida. ¡Otra vida era posible! Y fue. Desde el susto que nos llevamos con Manuel Escribano a portagayola y con un obligado cuerpo a tierra de querer conservar la cabeza. Salió cruzado el toro, brutal. Se despachó después bien a la verónica como revancha. Apretó en varas y mantuvo esa alegría en decoroso tercio de banderillas del sevillano. Nos esperaba un pase cambiado y toreo clásico para despegar, pero a esa arrancada del toro, que nos había devuelto la fe, le faltó motor. Con la espada lo bordó Manuel. En uno y otro. También con ese segundo, de buen aire pero descafeinado de transmisión. Firmeza y temple fue lo que dejó.

A Víctor Barrio se le nota que le ha dado vueltas a la cabeza. Tenía una oportunidad y dejó bien claro que no pasaría en balde. No se le iría la tarde. Y no se le fue. De ahí que fuera a parar a su primer Cebada al centro del ruedo y nada más salir se ajustara de puro milagro con un par de tafalleras y entretanto chicuelinas. Disparaba arriba, a la atención del tendido. Ya con él aguantó una descarada colada al empezar al natural y las inquietudes que se desprendían de un toro que no parecía ver bien. Muchas complicaciones asimiladas con admirable mutismo por parte del torero.

El sexto, bendito seas en tardes como ayer, fue toro bueno, noble y repetidor. Pero antes de saber eso, de tener ganada la partida sobre el papel, se fue Barrio a la puerta de chiqueros, le dio Barrio cuatro faroles de rodillas después. Y un quite y esa sensación incansable de conquista que encontró las coordenadas perfectas en el último tercio. Sublime en la verticalidad. Torero con cuajo, toreando de verdad, templado, relajado, abriendo la salida del toro con pureza y embarcándola con los vuelos. Así por uno y otro pitón. Extraordinarios algunos naturales y depurado ritmo por la diestra. Franqueza y duración del toro, que fue premiado con la vuelta al ruedo después de pedirle un exagerado indulto. A la hora de entrar a matar fue con todo, cobró estocada, aunque se desprendió algo de la ortodoxia.

Paulita no tuvo ni media oportunidad si sumamos las condiciones de los dos toros. Un primero desclasado y sin humillar y un cuarto de media embestida y por encima del palillo.

Víctor Barrio se fue a hombros y pasará seguro más feliz lo que nos queda del invierno. Eso sí, se abre un abanico de dudas en el mismo instante que su triunfo se hace fuerte. ¿Se verá reflejado en este entramado empresarial lejos de lo que de verdad se dirime en el ruedo? ¿Se obrará el milagro? Que nos quiten las dudas y cuanto antes mejor. No sea que un día de estos de desaliento nos demos cuenta de que la Tauromaquia se ha desplomado. Lo dicho, ¡que este triunfo no sea un caramelo envenenado!