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Sebastián Castella: «Por Madrid muero»

El francés estuvo a punto de abrir la Puerta Grande y toreó al ejemplar más bravo de lo que va de la Feria de San Isidro

Sebastián Castella: «Por Madrid muero»
Sebastián Castella: «Por Madrid muero»larazon

El francés estuvo a punto de abrir la Puerta Grande y toreó al ejemplar más bravo de lo que va de la Feria de San Isidro.

Es su plaza, lo dice sin tapujos, y además se emociona. El pasado 26 de mayo protagonizó una de las tardes estrella del serial. Aquella en la que se lidió a «Hebrea», el toro de Jandilla premiado con la vuelta al ruedo y con el que Sebastián Castella hubiera salido a hombros de no faltar contundencia a la espada. Lo tiene todo reciente en la memoria... Hablemos de emociones.

–¿Qué le viene a la cabeza si le nombro a «Hebrea» el toro de Jandilla?

–Fue la bravura. No se sabía si iba a aguantar, es muy difícil aguantar de principio a fin.

–Los toros buenos ponen en situaciones difíciles a los toreros.

–Si no entiendes su altura, distancia, los tiempos y te entregas de manera total, pura y verdadera como hizo el toro; si no estás en ese momento con la mente despejada puede ser peligroso un toro bravo así.

–¿Cómo se sintió toreando a ese animal?

–Feliz. Sinceramente feliz porque lo disfruté. Muy serio, muy metido en la faena, concentrado, me sentía realizado cada vez que salía de la cara del toro. Hubo emoción y estética y percibí que eso le había llegado al público en el momento que se pusieron de pie miles de personas.

–¿Cómo es ese momento?

–De pronto ves que las horas de preparación y sacrificio se reflejan, es lo que busco y soy un afortunado. Madrid es mi plaza. Lo tengo clarísimo. Es mi público. La plaza que me lo ha dado todo y me lo seguirá dando. Cuando hay una historia así nunca acaba hasta que el torero deja el traje de luces. Tengo claro que cada vez que pise Madrid es para darlo todo y cuando no sea capaz lo dejaré. Yo muero con Madrid, porque me exigen pero cada vez que me exigen puedo dar algo más. Y no es la primera faena ya son muchas. Pienso en ello y me emociono, se me ponen los vellos de punta.

–¿Qué se siente en el momento en el que se juega todo con la espada?

–Intenté matar al toro como mandan los cánones. Me tiré con toda la verdad del mundo y le metí la espada en buen sitio, de hecho cuando se la quise sacar, costaba. El toro tuvo una muerte brava. Pero fue una pena porque el premio hubiera sido distinto, pero me quedo con esos olés, la entrega del público y la categoría de Madrid.

–Su segundo fue otra historia.

–A ese no le pude torear como quise, pero fue de jugarme la vida porque el toro no pasaba y yo lo obligaba y en algunos momentos me quería coger. La faena duró mucho tiempo, me di cuenta cuenta cuando sonó el aviso, y estar tanto tiempo con ese tipo de toro creo que no lo hacen muchos, y lo digo desde la humildad. Cuando entré a matar había un silencio expectante, era de triunfo, por eso estoy entregadísimo. Ese segundo toro para mí fue importante. Cada día que te vistes de torero es volver a empezar y me dio mucho ánimo saber que soy capaz de jugarme la vida,17 años después de la alternativa, y si hace falta irse a la enfermería pues se va, y eso me da alegría.

–¿Se respira distinto después de haber pasado el trago de Madrid?

–Se está más tranquilo. Es una responsabilidad tremenda. Es donde se mide a los toreros cómo están, cómo han vivido y cómo se han preparado. Son muy exigentes. Si no, todos podrían ser figuras. Hay que pasar el termómetro de Madrid para seguir funcionando.

–¿Hay clave para mantenerse arriba?

–Hay que tener bien la mente, un gran corazón, un amor tremendo por tu profesión y ambición. Cada año es distinto y hay que sorprender. Cada vez es más difícil, porque estás muy expuesto por las redes sociales, la televisión, se han enseñado muchas cosas que igual no se deben enseñar porque esto tiene mucho de misterio. Es un humano delante de un animal para hacer arte y hacer sentir emoción. El animal tiene que morir y el hombre puede morir. Hemos llegado a un punto de quitarle importancia.

–¿Cuesta más jugarse la vida con los años?

–Te lo piensas más, por la familia, por las hijitas, por mi mujer, por lo que he creado y por los años que pasan. Por eso me da tranquilidad saber que soy capaz. Cuando tomé la alternativa pensé que sería capaz de hacerlo cuatro o cinco años y aquí estoy.

–¿Piensa en la retirada?

–A veces se piensa, pero para estar bien en activo no hay que pensar. De momento pienso en seguir, en disfrutar porque es lo que me hace feliz y el sentido a levantarme y esforzarme.

–¿Cuál es el momento de catarsis como torero?

–Cuando te acoplas a un toro... O esa adrenalina de ver a 24.000 personas en pie... es difícil explicar son unas sensaciones que te entran por el cuerpo. Y luego torear despacito, sentir al toro pasar, ese toro que te puede quitar la vida y lo toreas como si estuvieras haciéndolo de salón, eso es grandioso.

–¿Se acuerda de las faenas o son recuerdos difusos?

–Me acuerdo de muchos momentos, detalles que te vuelven y los visualizas, unos por buenos, otros por arriesgados.

–¿Se escucha todo en una plaza de toros?

–Todo. Lo bueno, lo malo y lo regular.

–¿Ve las faenas en televisión?

–La de «Jabatillo» la vi hace un mes y de casualidad. Me gusta más quedarme con mis sensaciones. Pero cuando te dicen que en la televisión se ve bien, que la tele quita mucho de la emoción, es que se ha transmitido de verdad.

–¿Qué ha hecho con la cabeza de «Hebrea»?

–Me la he quedado. Le corté una oreja pero es un toro importantísimo para mí.

–¿Y con el vestido hace algo?

–Me lo seguiré poniendo y un amigo ya me lo ha pedido, así que ya tiene dueño.

–¿Ha notado cambio con el ruedo de Madrid ya sin la pendiente?

–El ruedo está peor, es un arenal. Te puedes caer y todo. Era el mejor piso que había. Es verdad que la cuesta molestaba a todos los toreros y de eso me alegro, pero el piso no era ni duro ni blando, perfecto y ahora no está bien, espero que lo arreglen.