Feria de San Isidro

Talavante, en honor al toreo

El diestro corta una oreja al último toro de una mansada de Fuente Ymbro en la Feria de San Isidro

Natural de Alejandro Talavante al sexto en su última tarde de San Isidro
Natural de Alejandro Talavante al sexto en su última tarde de San Isidrolarazon

El diestro corta una oreja al último toro de una mansada de Fuente Ymbro en la Feria de San Isidro

Las Ventas (Madrid). Decimotercera de abono. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro. El 1º, sobrero de Buenavista, encastado, humilla, repite y pesa por dentro; el 2º, rajado y a menos; el 3º, mansito y embiste a arreones; el 4º, movilidad sin transmisión; el 5º, descastado; el 6º, rajado. Lleno de «No hay billetes».

Diego Urdiales, de azul pavo y oro, aviso, estocada punto contraria, segundo aviso, descabello (saludos); estocada (silencio).

Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro, pinchazo, estocada trasera y baja (silencio); metisaca, estocada trasera (silencio).

Alejandro Talavante, de azulón y oro, estocada punto caída (saludos); estocada tendida, aviso (oreja).

Amanecimos con la honda tristeza de la noticia de la muerte de un torero. A aquel pueblito del Perú llegó la sangre derramada más lejos que la medicina y Renatto Motta entregaba su vida al toro cumplidos los 18. Una cornada dejaba en su pierna una herida mortal que le ahogó en el trayecto que buscaba ayuda. «El toreo es grandeza», escribía el propio Renatto en un red social el pasado mes de diciembre. Un toro le arrebató la vida. Un minuto de silencio para recordarle en Madrid y un brindis, el de Diego Urdiales, en el primer toro de la tarde. Qué dureza esta profesión con toda esa juventud a cuestas. Diego se acordó de Renatto antes y se dispuso a buscar faena después al sobrero de Buenavista. Fue toro encastado, que repetía humillado pero con muchos matices y uno de ellos es que lo hacía por dentro. Se buscó Urdiales y se encontró con intermitencias, cuando además logró desperezarse del viento. Largo se fue con un cuarto, ya del hierro titular de Fuente Ymbro, que fracasó en su puesta en escena madrileña. Ni uno salvó la nota. Ni para hacer media. Cero transmisión tuvo este segundo toro del torero riojano. Estaba todo vendido, o eso pensamos, cuando Alejandro Talavante plantó cara al sexto en el centro del ruedo, por la izquierda, desafiante del viento que le había hecho la vida imposible en el tercero. Era su sexto toro también en la feria. El último. El adiós a San Isidro 2016. En una semana pegaba portazo. Fue quizá al tercer natural cuando el toro tomó el camino que ya había iniciado en el caballo, derecho a tablas. Y ahí Talavante, una vez más, con el recuerdo fresco de otras faenas en esta misma plaza, se reinventó para ir haciendo al toro, y entre embestida y embestida construyó una faena al calor de toriles que no pasó inadvertida. Era todo él. Todo lo había hecho él. Hasta el toro. Qué cosas. En la espada le iba el desenlace. La hundió. Pelín superficial (tendida) pero cuestión de tiempo. Íntegro estuvo con un tercero. Íntegro de valor para torear al mansito en los medios a pesar del vendaval. Dejó cosas buenas, pero un natural que venía precedido de un derechazo, de remover los cimientos de Madrid.

Miguel Ángel Perera brindó sus dos toros al público. Y en las buenas intenciones quedó la cosa. Con el segundo, al principio, qué comienzos, dejó un par de tandas del mejor Perera. Dominador, templado y con el toque justo al toro en el momento preciso. Tuvieron peso. Se destempló al natural y cuando quiso volver el fuenteymbro hacía rato que había abandonado la pelea. De haberla. Tampoco el quinto aclaró el panorama para mayores logros. Fue la faena del sexto, a la medida de Talavante por sorprendente y audaz, una bocanada de aire fresco en el desierto. La corrida de Fuente Ymbro lo puso imposible. Talavante, en honor del toreo y en la memoria de Renatto, porque será verdad que «el toreo es grandeza». Y dolor infinito.