Valencia

Un descarnado Juli triunfa a la fuerza

El Juli da un pase de rodillas a su segundo astado
El Juli da un pase de rodillas a su segundo astadolarazon

Sale a hombros con Miguel Ángel Perera y Finito hace el toreo de calidad a pesar del viento.

Valencia. Séptima de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Garcigrande, 2º y 6º, y el resto de Domingo Hernández. 1º, noble, flojo y de buen aire; 2º, bueno y bravo; 3º, noble y desentendido; 4º, brusco y sin clase; 5º, enrazado, de buen juego y con muchos matices; 6º, muy bueno aunque se rajó. Menos de dos tercios.

Finito de Córdoba, de catafalco y oro, aviso, estocada trasera (saludos); pinchazo, estocada (silencio).

El Juli, de azul noche y oro, estocada punto trasera (dos orejas); estocada fulminante (dos orejas).

Miguel Ángel Perera, de verde manzana y oro, estocada, descabello, dos avisos (oreja); aviso, pinchazo, estocada (oreja).

Para el día grande de San José nos vino el día chico. Viento desde primera hora de la mañana y con más duración que las pilas Duracell. Incesante, amenazante, muy desagradable para andar por la calle, acojonante para echar por delante una tarde de toros. Finito derrumbó el mito nada más salir el primero. Y lo hizo a golpe de verónicas de ensueño y metido ya de lleno en esa locura, una bocanada de torería nos acabó de embelesar en la media. Ahí lo había dejado. Perdón, ahí lo estaba dejando. Un quite por chicuelinas personalísimo vino después. Cuando tomó la muleta teníamos la sensación de que aquello ya había tenido sentido. El toreo natural, hondo y de verdad a veces se convierte en algo tan extraordinario que cuando llega uno se llena por si regresan las vacas flacas. De normal, a la vuelta de la esquina. Y en cambio ayer, a la vuelta de esa esquina nos esperó una faena de Fino en la búsqueda constante ante un toro de nobleza infinita, calidad y las fuerzas justas. Y cuando se encontró, cuando hubo esa unión que convierte en química, regaló pasajes de apabullante calidad. Naturales gloriosos y enjundia también por la derecha. Pero más allá de los detalles, del toreo con una mano o con otra, destacó esa manera de estar que es para deleitarse.

Al toro siguiente, sin tregua de por medio, El Juli hizo su revolución y antes de que nos diéramos cuenta se había asegurado la puerta grande. El mérito innegable fue defender la faena con un viento que, si aplicáramos la lógica, haría salir corriendo a cualquiera. El Garcigrande fue buen compañero de viaje y combinó perfecto la movilidad, con la codicia y la transmisión. Pero encontró una faena más eficaz en el territorio del triunfo que en esos matices en los que vive y muere el toreo.

Lo del quinto fue otro cantar. Parecía que se habían alienado los astros para que el viento fuera huracanado cuando salió a torear de capote. Era imposible. Pero El Juli estuvo atroz, innegable lección de amor propio y descarnado ante los desafíos. El toro tuvo mucha movilidad, muy enrazado y con matices que hubieran sido más visibles sin el viento. Juli echó un manto por encima y estuvo firme ante lo imposible. Muy compacto con la zurda, tesonero y afrontando trances de difícil resolución. El aviso le vino toreando, más estético en los remates que en el toro anterior, y la estocada fulminante cerró el círculo.

Perera no quiso ceder terreno. De ahí que de apertura de faena al sexto se pusiera de rodillas. Y lo cierto es que toreó, incluso hizo que uno de pecho se convirtiera en circular o a un cambio de mano no le faltara de nada. El toro, que amagó con rajarse pronto y lo acabó por hacer al final, tuvo unas condiciones muy buenas en la muleta para el toreo. Perera lo cuajó en la primera parte, con derechazos, naturales, la pierna de atrás demasiado en el reverso del pase, pero profundo y mandón.

Después, pasado el ecuador, apostó por los pases en alto e intentar la fiesta en las cercanías del toro. Y, por fortuna, no siempre vale lo mismo para distinta ocasión. Cortó un merecido trofeo que le dio la Puerta Grande después de pasear otra del tercero, un toro sosote y desentendido y una faena solvente sin más.

A Finito amagaron con pitarle después del cuarto, un toro desigual y brusco que sacó más complicaciones por el viento. La calidad no siempre tiene que entenderse con la mayoría.