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Lo que no sabías de «Harlots: cortesanas»

Lo que no sabías de «Harlots: cortesanas»
Lo que no sabías de «Harlots: cortesanas»larazon

Pusto al principio del primer episodio de «Harlots: Cortesanas», estas palabras aparecen en pantalla: «1763. Londres está en auge. 1 de cada 5 mujeres se gana la vida vendiendo sexo». Y justo después empieza a desplegar una red de intrigas y romances que poco a poco nos irá haciendo comprender lo conectados que ambos hechos están. «Esta ciudad está construida con nuestra carne. Cada viga. Cada ladrillo. Tendremos nuestra parte», dice una de sus protagonistas al final de esa primera hora para dejarlo claro, y para reivindicarse como una de las pocas ficciones televisivas que retratan a las prostitutas como gente con poder y humanidad.

Sí, en la Londres de antaño había muchas trabajadoras sexuales, pero en la televisión hay aún más. Trabajadoras de líneas eróticas, «escorts», chicas de la calle, concubinas y rameras han sido personajes de apoyo en series recientes como «Juego de Tronos» (muchas), «Billions», «The Knick», «Taboo», «Hijos de la anarquía», «True Detective», «Mad Men», «House of Cards», «Ray Donovan» y «Boardwalk Empire», por poner solo algunos ejemplos. Casi siempre contempladas desde la mirada masculina, están ahí para que ofrecer al héroe una cara bonita y un corazón de oro de los que enamorarse, alguien a quien salvar o un cadáver que le proporcione pistas sobre el caso que debe resolver. «Harlots» es muy distinta. No se limita a visitar de forma esporádica los burdeles; se instala en ellos. Y es la perspectiva de las mujeres que allí ofrecen sus servicios, y no la de los tipos que hacen uso de ellos, la que hace avanzar la narración.

En la Londres del siglo XVIII la prostitución era simplemente una necesidad, la única manera realista de ascender para todas las mujeres nacidas en lo más bajo de la escala social –que eran la mayoría– y, de hecho, la única economía capaz de proporcionarles algo parecido a la independencia financiera. Esa realidad sienta las bases de una serie que proporciona una mirada saludablemente natural al oficio más antiguo del mundo. En el mundo de «Harlots» ser una cortesana es lo normal; el sexo en él es como la violencia en «Los Soprano»: un trabajo. Las escenas de cama no son sensuales ni desagradables, ni gratuitamente explícitas. Aquí uno rápido es rápido de veras: no hay corsés hechos jirones fruto de la pasión; basta con levantarse la falda. Hay otros clientes esperando.

Pero la prueba más clara de que quienes han escrito y han dirigido la serie son todo mujeres –fue creada por Moira Buffini y Alison Newman— es su desinterés por juzgar. Desde el principio se niega a adoptar una postura favorable o contraria: no se pregunta si representa el empoderamiento de la mujer o su explotación, si es algo bueno o algo malo. Sus protagonistas no son castigadas por su trabajo, ni deben tratar de redimirse por hacer lo que hacen o arderán en el infierno. En realidad, es en las vidas que esas mujeres viven al margen de esas transacciones donde radica la historia. «Harlots» habla de conflictos de clase, del patriarcado, de la represión y el puritanismo, de la hipocresía, de la familia, de los fantasmas del pasado; y lo hace derrochando estilo: es toda pelucas espectaculares y lunares postizos grandes como ciruelas, y estética «punk-chic», y música rock en la banda sonora.

Concretando un poco más, es la historia de dos patronas de burdel que intercambian tácticas marrulleras para hundirse mutuamente mientras tratan de proteger o de controlar a sus empleadas. En otras palabras, retrata la batalla por mantenerse a flote en un universo despiadado y de luchar por conseguir el poder. Y demuestra que, por mucho que otras ficciones lo nieguen, recubrirte de fruta y dejar que te laman por todo el cuerpo también puede proporcionarlo.

¡OJO, «SPOILER»!: Inicialmente, el personaje diseñado para atraer nuestras simpatías, Margaret (Samantha Morton) irá acercándose cada vez más al lado oscuro hasta convertirse en algo parecido a un capo mafioso.

¿POR QUÉ HAY QUE VERLA?

Porque es un antídoto contra todos esos dramas de época británicos que parecen museos de cera.

¿DÓNDE Y CUÁNDO?

Desde el pasado 9 de julio Cosmo emite un nuevo episodio de la serie cada domingo a las
22:15h