Comunicación

«Mr. Robot», la distopía a la vuelta de la esquina

Vuelven los monólogos del «hacker» más misterioso de la televisión de la mano de Movistar Series Xtra, que abre las puertas a Elliot Alderson para que se redima de los errores que cometió en las temporadas anteriores.

Elliot Alderson, a quien interpreta de nuevo Rami Malek, en la tercera temporada de la serie
Elliot Alderson, a quien interpreta de nuevo Rami Malek, en la tercera temporada de la serielarazon

Vuelven los monólogos del «hacker» más misterioso de la televisión de la mano de Movistar Series Xtra, que abre las puertas a Elliot Alderson para que se redima de los errores que cometió en las temporadas anteriores.

lliot Alderson se arrepiente. De la revolución que impulsó, y del dolor terrible que involuntariamente ha causado a toda esa gente en cuyo nombre luchó por hacer del mundo un lugar mejor. El colapso financiero resultante ha dejado a su país hecho trizas, pero no de la manera que él esperaba.

Elliot Alderson en realidad no existe, al menos de momento. Desde que vio la luz hace dos años, el protagonista de la serie «Mr. Robot» se ha confirmado como un reflejo cada vez más nítido de nuestras actuales angustias, y una advertencia de lo cerca que quizá estemos de la distopía; de que la alienación y la desesperación que lo afligen a él pronto nos devorarán a todos.

El camino de Anderson no ha sido fácil. Tras dedicar la primera temporada de la serie a trabajar junto al misterioso personaje del título a destruir el conglomerado empresarial conocido como EvilCorp, pasó buena parte de la segunda haciéndose a la idea de que tanto la relación de EvilCorp con la sociedad como la suya propia con Mr. Robot -que resultó ser una proyección creada por su propia mente e inspirada en su padre muerto- son mucho más complicadas de lo que él imaginaba.

Al principio de la tercera temporada, que acaba de estrenarse en Movistar Series Xtra, ha decidido hacer acto de contrición. El problema es que sus hechos se han extendido mucho más allá de su control -su propio cuerpo a menudo es dirigido por su alter ego- y nada promete ser tan fácil de arreglar como él esperaba que sería. En ese sentido, es tentador proyectar el dilema de Elliot sobre la evolución de la serie misma.

La historia de las dos primeras temporadas de «Mr. Robot» es tan vieja como la televisión misma. Gracias a su singular estética, la fascinante interpretación del actor Rami Malek, la intrepidez narrativa y las alusiones a la necesidad de revolución su primera temporada se convirtió en un fenómeno cultural. Pero entonces se estrenó la segunda y sufrió el rechazo de crítica y del público, a causa de esos episodios larguísimos que en buena medida transcurrían en el interior del cerebro de su protagonista, como si la serie se hubiera tragado a sí misma; de giros argumentales que no funcionaban, y de su empeño en confundirnos acumulando preguntas cruciales sin aparente intención de resolver ninguna.

Avaricia corporativa

Ahora la tercera temporada nos presenta tanto a Elliot como Mr. Robot centrados en reparar los daños. En el caso de Elliot se trata de revertir el ataque cibernético que borró los registros de EvilCorp y no hizo más que fortalecer la compañía. En el de la serie creada por Sam Esmail el objetivo parece ser recuperar de la primera temporada no solo la actitud más dinámica y menos introspectiva, sino también las reflexiones de alcance sobre el control gubernamental, la avaricia corporativa, los derechos de los ciudadanos y las deficiencias de la tecnología, erigiéndose en el proceso en el absorbente thriller que siempre estuvo destinado a ser.

Cuando «Mr. Robot» se estrenó en 2015 capturó un estado de ánimo que actualmente se ha extendido por todas partes: la certidumbre paranoica de que la vida está controlada por fuerzas sombrías es una idea que se ha impuesto de forma aplastante desde el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. En su tercera temporada la serie sigue ambientada en 2015, y eso sin duda garantiza futuras alusiones irónicas a todos aquellos que en su día se mostraron tan seguros de que Trump nunca llegaría a la Casa Blanca.

Por de pronto su primer episodio, «power-saver-mode.h», incluye una escena central en la que un monólogo interior de Elliot empieza a salírsele por la boca. «No empecé una revolución; solo nos he hecho lo suficientemente dóciles para ser masacrados», asegura, y para ilustrar sus palabras aparecen en pantalla imágenes de Trump en la noche de su victoria electoral. «Han empaquetado nuestra lucha para su venta, convertido nuestra disensión en propiedad intelectual y televisado nuestra revolución con cortes publicitarios», añade Elliot. «Se han colado en nuestras mentes y han robado nuestra verdad, han remodelado los hechos y les han puesto precio». Y se pregunta: «¿Quién sabe lo que provocará esto? ¿Y si, en lugar de pelear, cedemos? ¿Y si renunciamos a nuestra privacidad en pos de la seguridad? ¿Y si cambiamos revolución por represión? ¿Y si escogemos debilidad en lugar de fortaleza? Habremos construido nuestra propia prisión».

Una crítica recurrente que «Mr. Robot» ha venido recibiendo es que su protagonista es como el típico pesado que te arricona en las fiestas para calentarte la cabeza y, así, hablarte de sus teorías conspirativas; que, dicho de otro modo, su mensaje no es precisamente sutil. Y no lo es, pero en todo caso su eficacia es indudable. Ya ha quedado claro que la serie no tiene intención de cambiar de método a estas alturas. La idea que promete defender a partir de ahora no es la misma -ha quedado claro, al menos por el momento, que la anarquía no es una opción- pero, aun así, es igual. Mientras se pregunta si podríamos haber hecho algo hace dos años para evitar todo lo que está sucediendo desde entonces, «Mr. Robot» nos señala a todos como participantes en la degradación social, y nos responsabiliza de lo que pase a partir de ahora.