Estreno

«This is us»: la exaltación del dramón contemporáneo

La producción, que se convirtió en la serie revelación de la pasada temporada, regresa a Fox Life con su segunda entrega.

Sterling K. Brown, Chrissy Metz y Justin Harley, protagonistas de la serie
Sterling K. Brown, Chrissy Metz y Justin Harley, protagonistas de la serielarazon

La producción, que se convirtió en la serie revelación de la pasada temporada, regresa a Fox Life con su segunda entrega.

Las cadenas comerciales en abierto no solo viven de las comedias de situación. Al menos la NBC, que está salvando su honrilla gracias a «This Is Us», a la que acompaña la audiencia –es la serie del momento para el espectador medio– y la crítica. En los recientes premios Emmy, dominados por las producciones de las plataformas en «streaming», logró varias candidaturas y se alzó con el galardón al mejor actor para Sterling K. Brown. Tras el éxito de la primera temporada existe la lógica incertidumbre de si será capaz de revalidar su ascendencia entre el público en la segunda, esa entrega que es determinante para el futuro de cualquier ficción. Los datos de audiencia en Estados Unidos le acompañan, ya que en su estreno logró la atención de 12,6 millones de espectadores.

Clasicismo narrativo

Cuando algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Es lo que debieron de pensar sus responsables que, por el momento, no han asumido grandes riesgos. No hacía falta. Esta serie es un espejo donde se refleja el espectador adulto que se responsabiliza de sí mismo y de los otros, una tarea difícil en una generación «infantilizada». La ficción, que tiene su espina dorsal en las relaciones entre los personajes que conforman una familia –se aman, se odian y «se echan de menos lo mismo que antes se echaban de más», como cantaba Kiko Veneno–, apela al clasicismo estético y narrativo. En estos tiempos de tantas piruetas argumentales en la ficción, no tiene que ser malo por necesidad sobre todo si se hace bien como ocurre en esta producción. La segunda temporada arranca tras la tormenta emocional que se vivió al final de la primera con la tremebunda discusión que vivieron los Pearson y la muerte de Jack (cargarse a un protagonista, interpretado por Milo Ventimiglia, en la primera temporada es una audacia). El espectador puede caer en la tentación de que toda su atención se centre en saber cómo falleció y en qué circunstancias. Sin quitarle su importancia no es lo sustancial. Lo que prevalece es el planteamiento inicial: ver de qué manera los tres hermanos protagonistas de la serie transitan entre el pasado y el presente. Esas idas y venidas, y cómo de dónde venimos condiciona tanto adónde nos dirigimos, es el tesoro de «This Is Us».

Su creador, Dan Fogelman, sigue empeñado en que no pierda su identidad de dramón contemporáneo en el que no es que se llore, es que es factible que se inunde el salón a cuenta de las lágrimas que desparrama el espectador. Esa opción, por no decir la única, ha echado a para atrás a algunos espectadores porque para sufrir ya está la vida, que es justamente lo que muestra «This Is Us». Con todo, sería recomendable algún toque cómico que tenga más entidad que en la primera temporada para desengrasar un poco las tramas. Porque sí, sabemos que hay familias como se dice ahora disfuncionales, que existen progenitores que abandonan para que los recojan otros y que, como decía Groucho Marx, «partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria». Sin embargo, quizá no sea necesario que nos lo recuerden con tanta insistencia.