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«Es impresionante ver cómo sacan cuerpos con las excavadoras»

El caos se apoderó del aeropuerto
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Hacía dos horas que habían cruzado la frontera nepalí rumbo a Katmandú. Quedaba atrás su paso por el Tibet y ahora esperaban pasar unos días de «mochileros» a los pies del Everest. Pero a las 11:30 horas, cuando se encontraban haciendo un receso para tomar el «lunch», sus planes dieron un giro de 180 grados. «Todo comenzó a vibrar. No sabíamos qué estaba ocurriendo, la gente salió corriendo, todos corríamos sin saber hacia dónde. Muchos se caían porque el suelo era como una cama de agua sobre la que es imposible andar. Fueron 30 segundos, pero fue impactante», explica a LA RAZÓN Javier Flores, uno de los muchos españoles que en ese momento se encontraban en el país. Él y los cuatro amigos con los que viajaba, una vez pasado el temblor, comenzaron a caminar entre rocas y carreteras abiertas en canal. «Temíamos por un segundo derrumbamiento, así que tuvimos que pensar rápido dónde ir. Pasadas dos horas, y tras comprobar que comenzaban a circular coches, decidimos continuar el camino hacia Katmandú. Nos quedaban 40 kilómetros por recorrer. En el trayecto nos cruzamos con vehículos militares que pasaban a toda velocidad. Aunque aún nos faltaba por ver lo peor», relata. Hasta el momento, tan sólo habían comprobado los daños que el terremoto había causado en la montaña y carretera, pero en la capital fue cuando realmente se dieron cuenta de la magnitud del desastre. «Aquello era un caos, no paraban de sonar sirenas, todo eran ruinas, máquinas excavadoras sacando cuerpos de entre los escombros... impresionante», lamenta. Flores y sus amigos se dirigieron al hotel que tenían contratado y el cual, al principio, parecía no haber sido dañado. Sin embargo, al entrar vieron que las paredes estaban resquebrajadas. Así que optaron por dirigirse al aeropuerto, el que sería su «hostal» durante dos noches. Intentaron contactar con el consulado, «pero era imposible. Además, desde Nueva Delhi nos dijeron que no conseguían contactar con el cónsul honorario, quien estuvo 12 horas ausente. Así que decidimos seguir por nuestra cuenta», indica. Allí se encontraron con otros grupos de españoles que estaban igual de perdidos que ellos. Nadie sabía qué hacer y, según explica este joven español, ninguna persona ofrecía ningún dato o indicación. Mientras el mundo entero se enteraba minuto a minuto de lo que ocurría en Nepal, los que allí estaban todavía no eran conscientes del drama. «No había comida y hacía frío. La gente descolgaba las banderas que había a la entrada del aeropuerto y se arropaba con ellas. Nos llamó la atención que intentaran cobrarnos por ir al baño en la situación que nos encontrábamos», afirma. Dado que no recibió noticias del consulado (le dijeron que le llamarían, pero Flores insistió que no tenía batería, a lo que parecieron no hacerle demasiado caso), decidió desplazarse a una localidad más segura. Ahora, habla con este diario desde Chitwan, 200 kilómetros al este de Katmandú en plena jungla, donde el terremoto ha causado pocos estragos, a diferencia de la malaria, a la que se enfrentan los visitantes. «Cuando me enteré de que fletaban un avión de españoles y a era demasiado tarde, habría tardado casi veinte horas en llegar a la capital, según están las carreteras. De momento me quedaré aquí, a ver si puedo ayudar de algún modo, y a finales de semana volveré al aeropuerto. Aquí la gente necesita mucho apoyo», confiesa.