Papel

Una España difícil de gobernar

El Partido Popular ganó ayer las elecciones municipales y se ha mantenido como la fuerza más votada en sus feudos regionales, pero ha sufrido un castigo de tal magnitud por parte de los electores que, en la práctica, invalida la mayoría de sus victorias, puesto que a priori queda a merced de la formación de los distintos frentes de izquierda. Sin duda, los populares pagan las consecuencias de la crisis, probablemente la más intensa desde la lejana posguerra, ante un electorado que no comparte las medidas adoptadas por el Gobierno y que, en buena parte, considera que se ha desaprovechado la mayoría absoluta obtenida en 2011 para abordar las reformas en profundidad que necesitaba el país. Los malos resultados de ayer se explican por la decisión de muchos de los votantes tradicionales del PP de no acudir a las urnas –ha perdido dos millones y medio de votos con respecto a las últimas elecciones municipales– más que por la fuga a otros partidos. Tiene el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, una dura tarea por delante para tratar de recuperar el apoyo de su base electoral de cara a las próximas elecciones generales. La baza sola de la recuperación económica, con ser cierta, no ha sido suficiente. Estas elecciones han traído, por otra parte, una mayor movilización de la izquierda, espoleada no sólo por la crisis económica y los inevitables ajustes, sino, también, por la irrupción de una nueva formación política, radical y populista, si se quiere, pero que ha conseguido movilizar a unos votantes reacios a entregar su sufragio al PSOE, a quien culpan con igual dureza de la situación. Ciertamente, los socialistas mantienen el tipo y son la segunda fuerza en el conjunto de España, pero no deja de ser un espejismo, por cuanto su gran debelador, Podemos, no ha tenido tiempo de implantarse en todo el territorio, pese a lo cual ha desbordado al partido de Pedro Sánchez allí donde estaban más organizados. El futuro, en lo que se refiere a los intereses generales, es muy poco halagüeño. Los discretos resultados de Ciudadanos inutilizan al partido de Albert Rivera para hacer de contrapeso con el PP a las nuevas fuerzas de izquierda, que, muy probablemente, con la vista puesta en las generales, se negarán a aceptar el papel dominante en los hipotéticos frentes populares que se quiere arrogar el PSOE. Con lo que, a menos que se respete el gobierno de la lista más votada, que sería lo deseable, muchos ayuntamientos, con las grandes capitales al frente, y la mayoría de las comunidades autónomas entrarán en procesos de inestabilidad política que los harán ingobernables a medio y largo plazo, con el consiguiente perjuicio para todos. Un simple repaso a los programas e ideas de los partidos radicales en alza basta para darse cuenta del difícil panorama que se abre para España.