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Una legislación específica

La Razón
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¿Se ha preguntado alguna vez cuánta gente fuma en el mundo? La OMS calcula que unos 1.000 millones de personas. Imagine un producto que evitase que el 20% de la población encendiese un cigarrillo. Como ministro de Sanidad le interesará saber que estaríamos hablando de 200 millones de personas. El cigarrillo electrónico tiene el potencial de conseguirlo. Así lo hemos atestiguado durante nuestras investigaciones, que comenzaron hace más de 12 años. Uno de cada cinco fumadores abandona su hábito cuando comienza a «vapear»; muchos también abandonan esta costumbre pasado un tiempo. Me sorprende que el Ministerio se esté planteando equiparar legalmente el cigarrillo electrónico al tabaco cuando se trata de productos tan diferentes. Seguramente estemos de acuerdo en el hecho de que el cigarrillo electrónico no es un producto inocuo y, por tanto, debe ser regulado. Considero fundamental que dicha regulación esté basada en la ciencia. Más de 200 informes académicos realizados en los últimos años demuestran que estamos ante un producto con un riesgo notablemente inferior al del cigarrillo y no sólo eso, sino que probablemente se convierta en la herramienta más innovadora del siglo XXI para luchar contra el tabaco. En un estudio reciente publicado en «BMC» se demuestra que el cigarrillo electrónico es un 96% menos dañino que el tabaco. Incluso para los fumadores con mayor riesgo como los asmáticos, que en más del 65% de los casos mejoran su salud tras cambiar a los cigarrillos electrónicos. Igualmente existen datos sobre los efectos en terceras personas. Las pruebas disponibles indican que el vapor del cigarrillo electrónico no conlleva un riesgo para la salud de terceros. El vapor del «e-cig» tarda, como máximo, 11 segundos en desaparecer de la atmósfera mientras que el humo del cigarrillo permanece durante 20 minutos. Como médico, soy contrario a prohibir un producto que puede ayudar a mis pacientes. Ministro, comparto su preocupación por proteger a los menores, pero no pongamos vallas innecesarias al potencial de este producto. Productos innovadores requieren leyes específicas y por ello, le pido que no caiga en el error de equiparar los «e-cigs» al tabaco.

*Centro Universitario para la Investigación del Tabaco (CPCT). Universidad de Catania (Italia)