Rusia

Una muerte que mancha a Putin

Boris Nemtsov, el político asesinado, avisó de que el Kremlin le quería muerto. El Gobierno declara que es un acto del exterior para desestabilizar al país

Agentes de la Policía analizan el coche abandonado desde el que disparó el asesino de Nemtsov
Agentes de la Policía analizan el coche abandonado desde el que disparó el asesino de Nemtsovlarazon

El asesinato en la madrugada del viernes al sábado de Boris Nemtsov proyecta, a falta de pruebas concluyentes pero no de precedentes, una nueva sombra de duda sobre las garantías democráticas en Rusia y puede servir de «electroshock» para despertar a la dividida y maniatada oposición del país.

El asesinato en la madrugada del viernes al sábado de Boris Nemtsov proyecta, a falta de pruebas concluyentes pero no de precedentes, una nueva sombra de duda sobre las garantías democráticas en Rusia y puede servir de «electroshock» para despertar a la dividida y maniatada oposición del país. En su última entrevista, concedida al semanario «Sobesednik» el pasado 10 de febrero, el político ruso asesinado en una calle de Moscú dijo temer por su vida: «Putin me quiere muerto». «Mi madre está muy en contra de lo que sucede en Ucrania, pero insiste en que debo dejar de retar a Putin, que terminará con mi vida», confesó Nemtsov, uno de los pocos políticos rusos que defendió públicamente la integración europea y la devolución de la anexionada península de Crimea.

El presidente ruso, Vladimir Putin, se puso ayer en contacto con la madre de Nemtsov para expresarle en persona sus condolencias y prometerle que llevará ante la Justicia a los responsables de su muerte. «Boris siempre declaró abierta y honestamente su posición y defendió sus puntos de vista. Le tocó trabajar en puestos importantes en un difícil período de transición para nuestro país», recordó Putin de su adversario. Desde Kiev, el presidente Poroshenko dejó caer ayer el motivo por el que el opositor ruso podía temer por su vida: «Me dijo que iba a hacer públicas pruebas convincentes de la participación de las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania y que había alguien que tenía miedo, ellos son los verdugos», acusó el líder ucraniano. El presidente Putin, que en la previa apuntó a la teoría de un «asesinato por encargo», lidera personalmente la investigación, en la que participan los servicios secretos (FSB) y el Ministerio del Interior. Las autoridades han abierto dos causas, una por asesinato y otra por tráfico ilegal de armas. Se sabe que los disparos se efectuaron con una pistola modelo Makarov y desde un coche blanco, abandonado ayer a primera hora en el centro de Moscú, en un parking interior cerca de la conocida calle Arbat. «Lo más raro es que resultase ilesa la novia de Nemtsov, que caminaba a su lado. Normalmente, un asesino profesional no deja testigos en este tipo de crímenes», apunta el director de FSB.

Según trascendió ayer, las autoridades barajan por el momento dos principales hipótesis. Una, el ataque yihadista, en represalia por las opiniones del opositor ruso respecto a la matanza en enero en la revista francesa «Charlie Hebdo». La otra teoría consistiría en «una operación perpetrada por servicios de inteligencia extranjeros para desestabilizar políticamente el país». Ambas hipótesis, repetidas ayer profusamente en los medios oficiales, resultan tan peregrinas como convenientes para el Gobierno. Una voz rusa respetada en Occidente, la del ex presidente Mijail Gorbachov, se unió públicamente a la teoría de la desestabilización: «Es un intento de complicar las cosas, quizá incluso de desestabilizar la situación en el país y de agravar la confrontación. Boris tenía, desde luego, sus peculiaridades, pero era una persona íntegra. Estoy muy afectado». El jefe del comité de investigación, Vladimir Markin, se refirió con la boca pequeña a una tercera versión, menos difundida en los medios oficiales, pero sin duda la más verosímil. «El asesinato podría tener un matiz extremista o estar vinculado con el conflicto en Ucrania. No es un secreto que en las filas de ambos bandos figuran personajes radicales que no obedecen a ninguna autoridad», reconoció. En la manifestación progubernamental celebrada el sábado pasado en Moscú a colación del aniversario de la caída en Kiev del presidente Yanukovich y en la que se dieron cita no pocos elementos ultranacionalistas, pudieron verse pancartas con el rostro de Nemtsov acusándole literalmente de ser «organizador del Maidán» y «traidor a la patria». Cabe recordar que en los tres lustros que Putin lleva en el poder no había muerto asesinado ningún político rival (cierto es que no pocos han pasado por la cárcel), que el presidente goza de un cómodo 85% de aprobación popular y que Nemtsov no era el principal referente de la oposición, como lo pueda ser, por ejemplo, Navalny. «Con todo respeto a la memoria del fallecido, no representaba amenaza política alguna para los actuales dirigentes del país. No nos importa cómo interprete el caso Occidente... Lo que importa aquí son los resultados de la investigación», comenta Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin. Cierto es que Nemtsov, pese a ser un rostro conocido, no era el gran líder opositor, aunque sí una voz incómoda. Venía denunciando con vehemencia el papel de Rusia en la crisis de Ucrania y el año pasado documentó el desfalco en los Juegos Olímpicos de Sochi. Entonces publicó un informe en el que describía el evento como «una de las más escandalosas estafas en la historia reciente de Rusia» y desglosaba cómo había sido malversado hasta el 60% del costo final, unos 30.000 millones de dólares, en muchos casos con empresarios amigos de Putin como beneficiarios. Hoy domingo se espera en Moscú una manifestación que servirá para tomar la temperatura a la oposición rusa y su capacidad de movilización después del asesinato. Inicialmente estaba convocada como concentración «anticrisis», pero fue suspendida y convocada una nueva, en recuerdo de Nemtsov, autorizada ayer por el ayuntamiento de la capital.