Jamaica

Jamaica, el Caribe que baila reggae

La isla caribeña presume de tener alguna de las mejores playas del mundo, en las que resulta una delicia bucear o hacer snorkel. Aquí la vida es agradable y cadenciosa, como una buena canción de reggae

Jamaica, el Caribe que baila reggae
Jamaica, el Caribe que baila reggaelarazon

La isla caribeña presume de tener alguna de las mejores playas del mundo, en las que resulta una delicia bucear o hacer snorkel. Aquí la vida es agradable y cadenciosa, como una buena canción de reggae.

Jamaica se parece mucho o poco a Cuba o República Dominicana, según se mire. Comparten las cálidas aguas del Caribe y el gusto por transformar caña de azúcar en excelente ron; por lo demás, en Jamaica se habla inglés, se conduce por la izquierda, producen uno de los mejores cafés del mundo y el ritmo con el que la gente olvida sus penas no es merengue, bachata ni salsa, sino el más puro reggae heredado de Bob Marley, el jamaicano más ilustre y universal.

Un poco de historia, para comenzar: Cristóbal Colón llegó a esta isla el 5 de mayo del año 1494 y le puso por nombre San Yago; después de las primeras exploraciones, el enigmático almirante, sin poder salir de su asombro, dejó por escrito en su diario que aquella no podía ser otra cosa que «la tierra más bella del mundo». Con el tiempo, San Yago pasó a ser conocida como Jamaica, deformación lingüística popular del término Xaymaka (tierra de madera y agua), que era el nombre original que le habían dado los indios taínos.

En 1655, sin previa declaración de guerra, una flota comandada por Oliver Cromwell conquista Jamaica. Los británicos convierten la isla en su principal base en el Caribe con el apoyo de filibusteros (dotados de patente de corso para atacar barcos y posesiones españolas) como parte de su estrategia defensiva. Un año después, fundan Port Royal (ciudad fortificada situada en la bahía de Kingston) como sede del gobierno británico y centro de operaciones comerciales. En poco tiempo, gracias al reclamo de fortuna fácil, Port Royal se convirtió en un nido de piratas y prostitutas, la «ciudad más malvada de la tierra» o la «Sodoma del Nuevo Mundo».

Poco había de durar la dudosa gloria de Port Royal: como si de un castigo divino se tratase, el 7 de junio de 1692, un fuerte terremoto, seguido de un feroz tsunami, provocaron que dos tercios de la ciudad desaparecieran bajo el mar. Tras el desastre, Port Royal nunca fue reconstruida y toda la actividad política y comercial se trasladó a Kingston, su actual capital, una ciudad que hoy no puede presumir de tener demasiado encanto y es poco aconsejable para paseos nocturnos. Pese a todo, merece mucho la pena visitar la Devon House (casa ajardinada construida en el siglo XIX por el primer millonario negro jamaicano), la National Gallery (el museo más importante de la isla) y, sobre todo, el Bob Marley Tuff Gong Museum (Hope Road, 56), la casa y estudio de grabación del genio del reggae. Las Blue Mountains son el hermoso telón de fondo que alegra la vista a los habitantes de Kingston, con las altas cumbres donde se produce uno de los cafés más apreciados y caros del planeta.

Oracabessa sigue siendo el mismo pueblo de pescadores, tranquilo y sencillo, que conquistó el corazón de Ian Fleming. Aquí llegó en 1942, construyó su casa (Golden Eye) y encontró la inspiración necesaria para escribir las 14 novelas protagonizadas por James Bond, cinco de ellas ambientadas en Jamaica. El cine de Hollywood puso el resto para elevar a categoría de mito al agente secreto con «licencia para matar». Los incondicionales de la saga Bond recorren la isla en busca de rincones como Laughing Waters (ahora conocida como James Bond Beach), la playa de la que surgía Ursula Andress en la película Dr. No con su inolvidable bikini blanco.

Montego Bay (aquí la llaman Mo Bay) es la segunda ciudad en importancia de Jamaica, con aeropuerto internacional y rendida sin pudor al turismo. Presume de tener dos de las mejores playas de la isla, Doctor’s Cave y Cornwall Beach, y un centro urbano de lo más animado. El lugar más visitado es Rose Hall, una inquietante mansión del siglo XVIII donde muchos aseguran sentir la presencia de Annie Palmer, la «bruja blanca» que asesinó a sus tres maridos en estas dependencias. Negril, a 85 kilómetros de Montego Bay, fue refugio de hippies y artistas en los años 60; conserva su aspecto original casi intacto gracias a la ley que impide construir edificios que superen la altura de las palmeras. La vida en Negril es agradable y cadenciosa, como una buena canción reggae, siempre en torno a Seven Mile, su maravillosa playa de once kilómetros de arena blanca, reiteradamente elegida entre las mejores playas del mundo. Un buen lugar para degustar el plato más famoso de Jamaica: el pollo asado cubierto de salsa jerk (muy picante) preparada con cebolla, pimiento, canela, nuez moscada, distintas variedades de ají y algún ingrediente más que guardan en riguroso secreto.

Al caer la tarde, muchos jóvenes jamaicanos hacen alarde de valor saltando desde los acantilados de 30 metros de altura en el Rick’s Café, el local más famoso de la isla desde donde, además, se pueden contemplar los atardeceres más espectaculares del mar Caribe. Ninguna visita a Jamaica puede considerarse completa sin haber estado en Nine Mile, un pequeño pueblo oculto entre montañas (a 60 kilómetros de Ocho Ríos) donde nació y pasó su infancia Bob Marley, y donde regresó antes de morir, con tan sólo 36 años, víctima de un cáncer.

Dos citas obligadas

► Mystic Mountain, muy cerca de Ocho Ríos, es un peculiar parque de atracciones en plena selva al que se accede a bordo de un telesilla, sobrevolando las copas de los árboles. Su mayor atracción es un recorrido en «bobsleigh» por el interior de la selva, un guiño al famoso equipo jamaicano que causó furor en los JJOO de invierno de 1988 en Calgary.

► Las Dunn’s River Falls, también cercanas a Ocho Ríos, están consideradas como una de las cascadas más bellas del mundo. La ascensión comienza en la misma arena de la playa y es aconsejable realizarla con calzado adecuado y siempre siguiendo los consejos de guías autorizados para evitar accidentes. Una vez arriba, el esfuerzo se ve recompensado con unas formidables vistas y un chapuzón en sus cristalinas ( y muy frías) aguas.