Caso ERE

Chaves: El virrey del “pelotazo”

Gestionó presupuestos astronómicos durante los orgiásticos robos del felipismo terminal

Manuel Chaves compareció el 7 de noviembre en la comision de investigacion sobre la Faffe sin responder a las preguntas
Manuel Chaves compareció el 7 de noviembre en la comision de investigacion sobre la Faffe sin responder a las preguntasManuel OlmedoManuel Olmedo

Hijo de un coronel africanista y de la jefa provincial de la sección femenina de Falange, Manuel Chaves (Ceuta, 1945) culminó el camino de perfección freudiano “matando” a sus progenitores al retratarse en el pinar de Puebla del Río –la leyenda cuenta, erróneamente, que era Oromana– durante un picnic que cambió la historia del socialismo en España. Esa celebérrima “foto de la tortilla” (1974), donde tampoco había tortilla sino patés y quesos, fue el acto fundacional de una generación que semanas después tomó el control del PSOE en Suresnes y que se mantuvo en el poder hasta 2011, cuando Chaves, el último que sobrevivió en la primera línea de la política, cesó como vicepresidente del último Gobierno de Rodríguez Zapatero.

Diputado en las primeras Cortes democráticas (1977), su vida laboral fuera la política se reduce a unas cuantas clases de Derecho en Bilbao y Córdoba, cuando ya era militante de UGT desde la clandestinidad, lo que no impidió que el sindicato dirigido por Nicolás Redondo convocase la primera huelga general de la democracia en su etapa como ministro de Trabajo. Mediado 1990, cuando su amigo Alfonso Guerra ganó la disputa que mantenía con José Rodríguez de la Borbolla por el mando en el PSOE andaluz, recibió el encargo de sustituir a Pepote como presidente de la Junta, donde ejerció durante casi dos décadas como un auténtico virrey.

Una palabra impregna de forma indiscutible los años de Manuel Chaves en el poder: corrupción. Y no porque sus dos hijos, Paula e Iván, hayan prosperado económicamente mucho más allá de lo que sus capacidades permitían pronosticar, que ésas son cosas que pueden pasar, sino porque le tocó gestionar presupuestos astronómicos durante los orgiásticos robos del felipismo terminal –los tiempos de “la cultura del pelotazo"– y durante el boom del primer lustro del siglo XXI, cuando España y sus políticos creían con fe de iluminado que el dinero jamás se les acabaría.

Chaves confiaba ciegamente en su valido, el jiennense Gaspar Zarrías, un Rasputín de bolsillo a quien ninguna trapacería le era ajena, y que en un lejano día de 1999 firmó un convenio para reflotar con casi 500 millones de pesetas de dinero público Hamsa, empresa cárnica de su provincia especializada en la producción de… ¡chorizos! Ése fue el origen del gigantesco latrocinio que con el tiempo, instrucción de la jueza Mercedes Alaya mediante, se convirtió en el “Caso ERE”.

El Domingo de Ramos de 2009, cuando el escándalo arreciaba, Chaves dimitió por sorpresa. O, mejor dicho, “lo” dimitió Zapatero para darle una patada hacia arriba, en forma de vicepresidencia del Gobierno, intentando que la distancia de 500 kilómetros entre Sevilla y Madrid significase, como en el bolero, el olvido para los jueces que debían depurar su responsabilidad. No era ya tiempo de tolerancia con los (presuntos) corruptos y la derrota electoral de 2011 fue el primer jalón en la caída del último representante de la generación de socialistas que pilotó la Transición desde la margen izquierda del arco ideológico pero que, en algunos casos, mostró por el camino demasiada querencia a la riqueza.