Narcotráfico

El submarino que une las FARC con Sito Miñanco

Así es la organización de Ingenieros soviéticos y colombianos que fabrican desde hace años «indetectables» como el que se hundió en costas gallegas con toneladas de cocaína.

Detrás de la interceptación esta semana en costas gallegas del submarino con un cargamento de cocaína hay, a ambos del Atlántico, dos peligrosas organizaciones delictivas de las que forman parte disidentes de las FARC y de los paramilitares en Colombia; y del narcotráfico gallego, entre ellas la liderada por Sito Miñanco desde la cárcel, según han informado a LA RAZÓN fuentes de la investigación.

Se trata de «un complejo delincuencial» de la más alta peligrosidad y con unas grandes posibilidades económicas para mover voluntades y dotarse de nuevos medios técnicos con los que transportar la droga, como el sumergible que ha sido incautado en Galicia. Para poder desentrañar todo este entramado hay que remontarse a 2004 y 2006 cuando los narcos de ambas partes del Atlántico decidieron poner en marcha un ambicioso plan con el que transportar la cocaína hasta Europa, el cual, ya había sido experimentado anteriormente en el Pacífico. Los sumergibles se construían en el departamento colombiano de Tolima (se hacían llegar al mar a través del río Magdalena) y en Panamá. Pero los planes fracasaron por la vigilancia que tanto las autoridades de Bogotá como las estadounidenses, alertadas de los planes criminales de los narcotraficantes, pusieron en marcha para detectar estos ingenios. Las unidades militares colombianas han llegado a reunir en un «museo» una veintena de estos ingenios que fueron interceptados. Los narcos pusieron entonces sus ojos en el Atlántico y aquí aparece un siniestro personaje que ha pasado por todas las bandas terroristas y delictivas de Colombia, para ponerse al frente del proyecto. Se trata de David Úsuga, alias «Otoniel», «Mauricio» y «Mao», que ha formado parte del Ejército Popular de Liberación (EPL), de las FARC y del grupo paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Vale para una cosa y la contraria, siempre que se trate de estar al otro lado de la ley.

Un "ejército" de la droga

En la actualidad es el máximo cabecilla del Clan del Golfo, jefatura en la que sucedió en 2012 tras la muerte de forma violenta, a su hermano Juan de Dios Úsuga, alias «Giovanny». Es el delincuente más buscado de Colombia que ofrece, al igual que Estados Unidos, sustanciosas recompensas a quien facilite pistas para su captura. La lista de delitos de los que está acusado es interminable. «Otoniel» y los suyos se pusieron en marcha para montar una infraestructura que permitiera, en zonas selváticas inaccesibles, la construcción de los sumergibles. Escogieron la Guayana y Surinam. Se pusieron a buscar a los «ingenieros» necesarios para proyectar y dirigir el ensamblaje, en fibra de vidrio, de las naves. No les resultó muy complicado, ya que muy pronto tenían en plantilla a varios técnicos rusos, que habían servido en la antigua Unión Soviética y de nacionalidad colombiana, que habían pertenecido a la Marina. Los sumergibles del Pacífico no servían. Hacían falta unos más grandes, de unos 20 metros de eslora, con un motor de 2.000 caballos, capaces de transportar hasta 6.000 kilos de cocaína y hacer la travesía en unos 25 días, a una velocidad de ocho nudos. La tripulación está formada por tres o cuatro individuos, uno de los cuales es el encargado de custodiar la droga y otro el «capitán».

El resultado es un artefacto de fabricación artesanal, realizado en fibra, que, además de los depósitos de combustible y cocaína, lleva dos literas para que descansen los que no están al timón, según fuentes policiales. «Otoniel» seleccionó entre los suyos, un auténtico «ejército», a los que consideraba más aptos para el trabajo y los ingenieros les impartieron unos cursillos sobre navegación, orientación en el mar, prevenciones para no morir envenenados por las emanaciones de la cocaína y del combustible, etcétera. Además, se les explicó el funcionamiento de los teléfonos satelitales y radios, que debían de utilizar con claves previamente establecidas y hablar con un lenguaje convenido que no pudiera ser entendido por las Fuerzas de Seguridad. Asimismo, se les indicó que antes de cada travesía se les darían unas coordenadas a las que debían dirigirse y esperar la llegada de otra embarcación, a la que transportarían la droga y a la que se incorporarían ellos mismos, una vez establecidos los mecanismos para hundir el sumergible. Por el precio que cuesta fabricar uno de estos ingenios, entre un millón y medio y dos millones de euros, no merece la pena hacer un viaje de regreso, ya que las ganancias con la venta de la cocaína cubren de sobra la «pérdida de material».

El valor de la droga incautada esta semana en Galicia es de unos 100 millones de euros, lo que explica que los sumergibles sean hundidos a sabiendas de que, en las bases de narcos de Surinam y Guayana, ya se están construyendo otros para futuras travesías. No tardaron en ser «botados» los primeros y el plan funcionó. Los destinos iniciales eran zonas marítimas de las Islas Canarias, Azores y África. Todo iba a la perfección, aunque a la Policía Nacional española le llamó la atención que algunas de las tripulaciones que salían a la mar hasta el punto de encuentro, a la vuelta, una vez interceptadas, habían crecido en número. Además, alguno, para llevarse bien con los agentes y buscar beneficios judiciales, les habló de los sumergibles, de los que ya se tenían noticias, ya que las autoridades estadounidenses habían conseguido fotografiar desde el aire a algunos de los sumergibles del narco.

La forma de navegar, a un metro de profundidad y con solo la torreta fuera del agua, por la que el «capitán» observa lo que ocurre y trata de otear posibles peligros, los hacen prácticamente indetectables para el radar, que los puede confundir por su tamaño con una ballena o una ola grande. Las sonoboyas que EE UU distribuye por los mares y que son controladas por sus aviones tampoco terminaban de encontrar la fórmula para detectar esta nueva forma de transporte. Los expertos de la Policía saben que, en algún lugar entre las Islas Canarias y las Azores, hay un «cementerio» de sumergibles, entre 15 y 20, que fueron hundidos por sus tripulantes una vez realizada la entrega de la cocaína a otra embarcación.Los cabecillas del narco gallego (están implicadas tres organizaciones; hay sospechas sobre la de Sito Miñanco), se pusieron de acuerdo con los Clan del Golfo, para acercar las entregas a las costas españolas.

Así fue la huida

Se sabe que en los últimos años se han realizado dos travesías anuales con hasta 6.000 kilos de cocaína. Y así llegamos a lo ocurrido esta semana, cuando tres narcos, dos ecuatorianos y un español, decidieron hundir el sumergible que traían desde Surinam. Llevaban diez días esperando a que se presentase la embarcación que iba a recoger la droga y a ellos. Además, fallaba el motor y no quedaba combustible para muchas aventuras. El tiempo era infernal. Una combinación de factores que les hizo desistir. La citada embarcación no llegó a la cita gracias a la intensa vigilancia que mantenían en la zona unidades de la Guardia Civil y del Servicio de Vigilancia Aduanera. Las pesquisas comenzaron cuando el Centro de Análisis y Operaciones Marítimas en materia de Narcotráfico (MAOC) alertó al Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO). Un operativo de la Benemérita fue el que sorprendió la maniobra de hundimiento y la huida de sus tres tripulantes, que finalmente serían detenidos por la Policía tras su huida.

Un líder sin escrúpulos

«Otoniel», el alias que corresponde a David Úsuga, uno de los criminales más buscados de Colombia, es el cabecilla del Clan del Golfo y uno de los responsables del entramado «narconaval» que delincuentes de aquel país y de Galicia han montado para transportar la cocaína a Europa a borde de «sumergibles». Este individuo tiene el dudoso honor de haber formado parte de las bandas terroristas de extrema izquierda y extrema derecha que han operado en el territorio colombiano. En el famoso «proceso de paz», que una facción disidente de las FARC ha hecho añicos, fue desmovilizado hasta en dos ocasiones, pero siempre volvió a las andadas. Que se haya interceptado uno de sus «submarinos» supone una pérdida parcial para sus planes ya que cuando uno parte hacia Europa, hay otro en construcción. Sus ingresos por el narcotráfico le permiten comprar voluntades y evitar, al menos hasta ahora, su captura.