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Día Mundial de la lucha contra el Sida

Objetivo:
mayor calidad de vida

Este 1 de diciembre se celebra el Día Mundial de la lucha contra el sida, una fecha que desde 1988 trata de concienciar sobre los principales retos de esta pandemia y visibilizar el camino que nos queda por recorrer, y que también celebra los avances médicos que permiten que el VIH sea hoy, con el debido tratamiento, indetectable e intransmisible

El VIH sigue siendo un problema de salud pública que afecta a multitud de personas a lo largo y ancho de todo el mundo. De acuerdo con las cifras declaradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre 2020, el número de personas que viven con VIH en el mundo es de 37.700.000, casi 700.000 murieron por causas relacionadas con la enfermedad y hubo un 1.500.000 de nuevos infectados

Afortunadamente, el porcentaje de personas con VIH que reciben a día de hoy terapia antirretroviral es de un 73%, unos números que crecen cada año gracias a la labor de miles de agentes sociales relacionados con el mundo sociosanitario. 

Sin embargo, el año pasado no pudieron cumplirse todos los objetivos previstos y aún queda mucho camino por recorrer, especialmente en materia de igualdad y de erradicación. El VIH en su estadio final, el sida, se ha cobrado más de 40 millones de vidas desde su descubrimiento y hoy más de 10 millones de personas con la infección viven sin recibir tratamiento en África, Asia y Latinoamérica.

Por ello, este año el Día Mundial de la lucha contra el sida lleva por lema “Poner fin a las desigualdades. Poner fin al sida. Poner fin a las pandemias.

La vista atrás:

40 años desde el primer diagnóstico

Fundación la Caixa: Programa Enfermedades AVanzadas

El 5 de junio de 1981 el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos hacía público el caso de una extraña neumonía en 5 hombres homosexuales, hasta entonces sanos. Apenas unos meses después, en ese mismo año, un hombre de 35 años ingresaba en el Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona con un sarcoma de Kaposi y una infección cerebral: era el primer caso en nuestro país relacionado con los de Estados Unidos.

Entonces, se disparaba la alarma: el llamado en un principio “cáncer gay” expandió el miedo y el rechazo de forma global. Unos años después, en 1983, se consiguió aislar e identificar el virus y, desde entonces, los logros en materia sanitaria y científica no han parado de sucederse.

Sin embargo, y por desgracia, 40 años después de las primeras diagnosis, el VIH no es cosa del pasado. Además de  avances como los tratamientos antirretrovirales que permiten que el virus no se desarrolle hasta alcanzar el estadio definitivo de la infección en la fase de sida, o la profilaxis prexposición (PrEP), una terapia de prevención para no contraerlo en caso de mantener prácticas sexuales de riesgo, es necesario poner el foco de atención en el diagnóstico temprano de la infección y comenzar cuanto antes el tratamiento para que las personas con VIH tengan una buena calidad de vida a largo plazo.

Hasta la llegada de la cura definitiva, son muchas las líneas que tratan de que la vida con VIH sea precisamente eso, una vida en la que la gente muera con el virus, pero no por el virus. Mientras tanto, no solo será necesario avanzar en el campo científico, sino que nosotros, como sociedad, también tenemos que poner de nuestra parte.

Fundación la Caixa: Programa Enfermedades AVanzadas

El 4º objetivo:

vivir mejor

Tras la campaña en 2020, ONUSIDA renueva sus objetivos para el año 2030, dando un paso más hasta ahora. Para ello, revisa el reto conocido como 95-95-95 (hasta ahora, 90-90-90), por el cual se pretende llegar a un 95% de personas con VIH diagnosticadas, con un 95% que estén en tratamiento y de las que, al menos, un 95% tengan carga viral indetectable.

A estas metas, ONUSIDA ha añadido un 4º objetivo, fundamental para las personas con VIH, que es el de mejorar su calidad de vida y eliminar la discriminación que pueden sufrir en la actualidad.

Combatiendo la sensación de menor calidad de vida

La eficacia en los tratamientos antirretrovirales hacen que en los últimos años las personas puedan ir envejeciendo con VIH sin mayores consecuencias. Sin embargo, a veces pueden aparecer algunas afecciones propias de la edad con una década de adelanto, sobre todo aquellas personas que recibieron terapias que ya no se utilizan o que han estado mucho tiempo sin recibir el tratamiento.

Los adultos mayores con VIH tienen una gran sensación de menor calidad de vida”, explica la doctora Matilde Sánchez, del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. “Por este motivo, suelen presentar diagnósticos de cuadros depresivos y sufrir en mayor grado de soledad y de estigma social”, completa.

De esta forma, el abordaje multidisciplinar a estos pacientes es esencial desde el punto de vista sociosanitario: para la doctora Sánchez, no solo se trata de cuestiones médicas que trascienden la propia infección y para las que se necesita el soporte de otras especialidades, con profesionales cardiólogos, geriatras… sino que hace falta tratar también la esfera psicosocial con profesionales de psiquiatría, psicología o enfermería. 

“También es muy valioso el trabajo de las ONG, que son las que más se ocupan del apoyo emocional y del trabajo social de desestigmatización, información e inclusión”, concluye. 

Avanzando hacia la discriminación cero

El estigma social es una de las principales lacras a las que se enfrentan las personas con la infección, a pesar de que, con tratamiento, el VIH llega a ser indetectable. Así reza la campaña de CESIDA Razones, la coordinadora de VIH y sida y principal entidad en cuanto a información y movimiento ciudadano en nuestro país. “Las personas en tratamiento con VIH y carga viral indetectable no transmiten el VIH por ninguna vía. Indetectable es igual a intransmisible”, afirmó Reyes Velayos, presidenta de CESIDA durante el acto de presentación de la campaña que cuenta con el apoyo de Gilead Sciences.

Sin embargo, la realidad en el día a día es otra. Muchas personas internalizan el estigma social al que se enfrentan a diario porque “la sociedad sigue generando estereotipos, mostrando miedo al contagio y culpabilizando al paciente. Más de una cuarta parte de la población sentiría incomodidad al trabajar con una persona con VIH”, explica la doctora Piedad Arazo, responsable de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, sobre el rechazo social de las personas que viven con VIH.

En la actualidad, se sigue luchando, tanto desde el campo sanitario como desde otros colectivos sociales, por corregir esta situación. Para la doctora Arazo, la concienciación y la inclusión real es fundamental, a través, por ejemplo, de la inclusión en puestos laborales a pacientes que no tenían acceso a convocatorias de pruebas selectivas para personal funcionario, estatutario y laboral, civil o militar.

Mirando hacia el futuro

El pasado 2020, España estuvo muy cerca de alcanzar los indicadores 90-90-90 de ONUSIDA, superando el 90% en los porcentajes de pacientes diagnosticados en tratamiento y de pacientes con carga viral negativa, pero llegando únicamente al 82% de personas con VIH diagnosticadas.

Se trata de unas cifras que compartimos con los países de nuestro entorno y que, por tanto, es necesario seguir mejorando con políticas y estrategias comunes de salud pública para disminuir la transmisión. Fomentar y estimular a las personas a conocer su estado serológico es uno de los principales retos ante esta pandemia, ya que un 15% de las personas infectadas no saben que lo están y lo transmiten por vía sexual, produciéndose, así, la forma de contagio más habitual.

Mientras tanto, resulta imprescindible la inversión en investigación y la labor de agentes del campo de la salud que trabajan para poner fin a la infección en el mundo, así como a la mejora de las condiciones de calidad de vida de las personas que viven con VIH.

“Desde nuestra consulta, seguimos adaptando la terapia antirretroviral a las circunstancias de cada paciente, aconsejando hábitos saludables y dando apoyo emocional”, apunta la doctora Arazo. 

Para la doctora Sánchez, además de lo anterior, el principal reto al que nos enfrentamos es el de ofrecer a las personas que viven con VIH un envejecimiento saludable, con calidad e independencia.

En palabras de ONUSIDA, “hacerle frente a las desigualdades, además de ser un elemento central para acabar con el sida, ayudará a promover los derechos humanos de los grupos de población clave y las personas que viven con el VIH, preparará mejor a las sociedades para vencer la COVID-19 y otras pandemias, y servirá de apoyo para la recuperación económica y la estabilidad. Si cumplimos nuestra promesa de abordar la desigualdad, lograremos salvar millones de vidas y la sociedad en su conjunto saldrá beneficiada.”

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