Ferias taurinas

Adame: matar o morir

El mexicano entra a matar sin muleta y corta una oreja y Espada, cogido en Las Ventas

El diestro mexicano Joselito Adame entra a matar sin muleta a su segundo toro.
El diestro mexicano Joselito Adame entra a matar sin muleta a su segundo toro.larazon

El mexicano entra a matar sin muleta y corta una oreja y Espada, cogido en Las Ventas

Las Ventas (Madrid) 15ª de San Isidro. Se lidiaron toros de El Torero, muy desiguales de presentación y hechuras. 1º, movilidad, va y viene pero sale desentendido aunque muy noble; 2º, movilidad y nobleza pero sin empujar de verdad en la muleta; 3º, flojo y deslucido; 4º, de buena condición pero a menos; 5º, sin fondo y con algún defecto en la vista, imposible; 6º, de buena condición y con el fondo justo. Tres cuartos de entrada.

JoselitoAdame, de azul y oro, pinchazo, estocada (silencio); estocada, aviso (silencio); estocada (oreja).

FranciscoJoséEspada, de carmesí y oro, que confirma alternativa, aviso, pinchazo, estocada y cogido lo remató Adame con dos descabellos (saludos)

GinésMarín, de verde oliva y oro, dos pinchazos, tres descabellos (silencio); media, descabello (silencio).

Al cielo brindó Francisco José Espada el toro de su confirmación de alternativa. Esas cosas que quedan para él, que sólo sabe él aunque se hagan delante de 18.000 personas. Un secreto bien guardado. Espada confirmaba; aquí gustó de novillero y protagonizó alguna gesta. Tuvo movilidad el toro de El Torero, iba y venía, sin entrega, salía desentendido aunque sin molestar. Hizo una faena llena de quietud y buenas intenciones y al entrar a matar, en el segundo envite, resultó cogido de manera espectacular. Quedó inerte sobre la arena de forma muy impactante. Ya nunca volvió y el festejo se quedó en un improvisado mano a mano, como aquella tarde en la que fue él, precisamente Espada el que se quedó solo con cinco novillos. Un metro tenía de pitón a pitón el segundo, que se abrió la punta de las astas enseguida, pero le faltaba remate por detrás. Tuvo movilidad y nobleza después, aunque otra cosa era empujar de verdad detrás del engaño de Joselito Adame. La faena estaba condenada. Y así fue. Voluntariosa sin más. Mucha más historia tuvo dentro el cuarto, que fue noble y de buena condición, pero a pesar de la firmeza de la faena del torero mexicano la faena no conectó con el público y comenzó a pesar la falta de transmisión, la contundencia de la labor... No rodaba la tarde ni locos. Fue con el sexto con el que vimos a Joselito más relajado, más a gusto, más desprendido de tensiones. Tuvo el toro bondad y calidad aunque con el empuje justo. Quizá al natural llegó la mejor tanda, al final. Dentro de la corrección no conquistaba grandes glorias, pero apostó fuerte Adame y a matar o morir se desprendió de la muleta al entrar en la suerte suprema, resultó cogido, rota la taleguilla, hundió el acero y en tres segundos cayó el toro de manera fulminante, atrapando sobre sus patas al propio diestro al ser derribado. Todo muy volcánico, muy arrebatado, muy loco, aquella capacidad de salirse del guión hizo posible que paseara un trofeo. Y parecía imposible tal y como iba la tarde.

A Ginés Marín le sacó a saludar la afición de manera espontánea por el milagro de su inmensa puerta grande dos días antes en esta plaza. En este mismo lugar, casi casi con este mismo público. Endiablado destino. Casi diríamos que ayer no pudo pegar ni un muletazo. El tercero vino a castigarnos de golpe. Tan flojo y descastado que el toreo era una utopía a la que no teníamos derecho ni a acercarnos. ¡Y lo habíamos gozado hacía tan poco! Pero el quinto tuvo más gracia. Ironía activada en la frase. De salida se le cruzó a Ginés Marín con el capote con peligro, cerrando las vías de salida. Todo una incógnita el desenlace cuando cogió la muleta y lo curioso es que lo brindó. Pero no pudo hacer nada. Seguía el toro cruzado, incierto, sin saber si iba o venía y para contextualizar con la imponente presencia del toro de Madrid. Un trago. Lo pasó liviano Ginés, sólo que de lo vivido, que de aquella Puerta Grande que se nos iba alejando kilómetros según pasaban segundos no quedaba nada. Todo simbólico, intacta la faena de doble trofeo en la memoria. De ellas vive la tauromaquia.