América Latina
Brasil se polariza en contra y a favor de Bolsonaro
Las calles en Río de Janeiro y Sao Paulo se dividieron en dos bandos cuando, este domingo, algunos se levantaron para apoyar al presidente brasileño Jair Bolsonaro, y otros para oponerse
(AP). Brasil vivió en las calles un domingo de tensión. Centenares de manifestantes salieron a las calles en Río de Janeiro y Sao Paulo para manifestarse a favor y en contra del presidente brasileño Jair Bolsonaro, un termómetro de las turbulencias políticas que acompañan la crisis por la pandemia de coronavirus que golpea con fuerza a Brasil.
El país más grande de Latinoamérica ha reportado cerca de medio millón de contagios y más de 29.000 muertos por coronavirus. Especialistas apuntan que ambas cifras podrían ser mayores debido a la falta de capacidad para realizar las pruebas.
Integrantes de hinchadas organizadas de algunos clubes de fútbol, entre ellos Corinthians y Palmeiras, muchos vestidos de negro y con mascarillas, marcharon contra Bolsonaro en las inmediaciones del Museo de Arte de Sao Paulo al grito de “Democracia”.
La policía paulista disparó gases y balas de gomas para dispersar a manifestantes contrarios al presidente y recibieron objetos como piedras como respuesta. El conflicto se inició cuando un grupo de seguidores de Bolsonaro se acercó a seguidores contrarios al presidente.
“La policía evitó que los dos grupos se enfrentaran para evitar peligro de que haya muertos”, dijo Batista en una entrevista con CNN Brasil. Cinco personas fueron detenidas y una persona debió ser socorrida en una unidad de salud, dijo la policia a The Associated Press.
En Río de Janeiro, en tanto, la policía montó un cordón entre ambos grupos, que se manifestaban frente a la playa de Copacabana. Tras agresiones verbales entre bandos, la policía arrojó gases para dispersar al grupo contrario al presidente, que llevaba banderas con la leyenda “Dictadura nunca más” y “Bolsonaro genocida”.
En momentos en que especialistas piden quedarse en casa para desacelerar los contagios y varios estados prohíben aglomeraciones, cientos desafían las medidas de aislamiento en las calles.
Paradójicamente, tanto seguidores del presidente derechista como opositores al gobierno, han señalado en los últimos días el riesgo de que Brasil se encamine a un quiebre de la institucionalidad democrática. Seguidores de Bolsonaro llevaban en Río carteles con la leyenda “Supremo Tribunal Federal vergüenza nacional”.
En Brasilia, cientos de manifestantes se reunieron en la Plaza de los Tres Poderes, en las inmediaciones del palacio presidencial de la Alvorada. El presidente montó un caballo de la policía federal y saludó a sus seguidores sin máscara de protección en el rostro, violando una ordenanza del gobierno del Distrito Federal que prevé multas para quien no la utilice. Decenas de manifestantes habían marchado el sábado a la noche cargando antorchas hacia la Corte Suprema con mensajes de repudio al tribunal.
Más tarde, en un acto separado, centenares de personas volvieron a reunirse en Río de Janeiro, frente al palacio de la gobernación, para reclamar por el fin de los crímenes contra personas negras en las favelas. La protesta, llamada “Vidas negras importan”, fue interrumpida cuando la policía comenzó a disparar gases para dispersar a las personas. “No puedo respirar”, dijeron los manifestantes, en un homenaje al asesinato de George Floyd en Estados Unidos.
La última víctima de la violencia policial fue Joao Pedro Pinto, un niño de 14 años negro, asesinado durente una operación en el Complexo Salgueiro, un grupo de favelas. Pinto estaba en su casa con su familia cuando efectivos de la policía invadieron su casa y lo asesinaron el pasado 18 de mayo. El niño fue reportado perdido, y su familia sólo fue notificada de la muerte el día siguiente.
Los manifestantes pidieron el fin de las operaciones policiales dentro de las favelas. Gritaron los nombres de algunas de las víctimas seguidos de la palabra “Presente”. Río tiene una de las policías más letales de Brasil. En 2019, 1.546 murieron a manos de la fuerza, el mayor número desde 1998, y muchos de ellos durante operaciones policiales en favelas.
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