América Latina
La pandemia no perdona a iglesias evangélicas de América Latina
Con los brazos en alto, unos 400 feligreses con mascarillas tomaron distancia a lo largo y ancho de un amplio salón de culto para orar por la salud de amigos y familiares enfermos de coronavirus
(AP). La congregación de la iglesia Restauración Bethel de Managua conocía en carne propia la furia de la pandemia: dos de sus pastores estaban entre los más de 40 líderes evangélicos que han muerto en Nicaragua por el virus desde marzo.
En toda América Latina, una región tradicionalmente católica pero con una creciente presencia evangélica, las iglesias evangélicas han seguido difundiendo el Evangelio a pesar de las medidas gubernamentales destinadas a frenar la propagación del nuevo coronavirus. En muchos países, desobedecieron las pautas de salud pública al realizar servicios en persona o han dado ministerio personalmente a los miembros de la iglesia en hogares y otros entornos.
En al menos dos países, los pastores evangélicos han muerto en cantidades alarmantes durante la pandemia.
En Bolivia, donde fallecieron unos 100 pastores evangélicos, sus líderes han mantenido un contacto estrecho con sus congregaciones, ofreciendo servicios y brindando apoyo a los enfermos a pesar de que sus templos fueron cerrados por decreto del gobierno.
En Nicaragua, donde el gobierno ha minimizado la epidemia y evitado imponer restricciones, los servicios evangélicos continuaron en algunas iglesias incluso cuando las iglesias católicas romanas más jerárquicas dejaron de celebrar misas en persona.
“Hubo demasiada desinformación”, expresó Raúl Valladares, quien se hizo cargo de la congregación luego de la muerte de su padre y de otro pastor el 5 de junio. “Sólo en nuestra denominación Asambleas de Dios han muerto 20 pastores. Y en Bethel tenemos un pastor, mi padre, y unos 25 hermanos fallecidos por el COVID-19”. Indicó que la iglesia investigó el tema y no cree que se hayan contagiado durante los servicios.
En Brasil, la conferencia de obispos católicos suspendió las misas, tanto en las iglesias como afuera, cuando la pandemia llegó al país en marzo, pero la mayoría de los evangélicos siguieron ofreciendo servicios. Las autoridades empezaron a relajar las restricciones en junio y algunas Iglesias católicas reabrieron, con muchas precauciones.
Algunos líderes evangélicos de Brasil hablan de curas milagrosas o dicen que el virus es una plaga que mata a quienes no tienen fe, e insisten en ofrecer servicios. Tienen el fuerte apoyo del presidente Jair Bolsonaro, quien cuenta con numerosos evangélicos entre sus partidarios. El mandatario declaró en marzo que las ceremonias religiosas eran vitales durante la pandemia y permitió que las iglesias permaneciesen abiertas y que sus trabajadoras pudiesen desplazarse. Algunos estados, no obstante, aplican restricciones.
Beto Marubo, líder indígena del valle Javary, una remota región en la frontera con Perú, dijo que los servicios en persona aumentan los peligros para su gente.
“Algunos asistieron a servicios evangélicos en la ciudad de Atalaia do Norte y trajeron el virus a nuestras tierras”, señaló.
Mucho después de que el virus apareciese en Nicaragua, en marzo, el gobierno de Daniel Ortega sigue organizando y promoviendo misas grandes. Las escuelas permanecen abiertas y continúa la temporada de béisbol. Ortega, igual que Bolsonaro, dice que el país no puede darse el lujo de cesar las actividades.
Las iglesias evangélicas de Nicaragua, grandes y pequeñas, permanecieron abiertas, al menos al principio.
Bethel estuvo abierta hasta que la Conferencia de las Asambleas de Dios, a la que pertenece, le dijo a la mayoría de sus iglesias que cerrasen de inmediato el 12 de mayo hasta el 1ro de junio debido a la propagación del virus. A partir del 1ro de junio se dejó librado al criterio de los líderes de las iglesias la decisión de reabrir o no.
Ovidio Valladares, patriarca de la familia y director de la Radio Restauración de Betel, fue hospitalizado el 26 de mayo y nunca se recuperó.
Betel permaneció cerrada hasta el 2 de agosto, en que reabrió exigiendo el uso de barbijos, desinfectantes de manos en la entrada y espacio entre los asientos en un gran recinto con capacidad para 1.500 personas, que ahora admite muchas menos.
La Alianza Evangélica Nicaragüense, que nuclea a la mayoría de las más de 100 denominaciones cristianas del país, dice que al menos 44 pastores fallecieron desde marzo. Debido a la falta de pruebas, no se sabe si todas las muertes pueden ser atribuidas al virus.
Los pastores evangélicos de Bolivia tratan de mantenerse en contacto con sus fieles a pesar de que las iglesias de la mayor parte del país siguen cerradas.
“Iban a orar, a ver a los enfermos; en esa labor murieron”, dijo el pastor Luis Aruquipa, del Consejo Cristiano Nacional, según el cual más de 100 pastores evangélicos fallecieron durante la pandemia.
Entre ellos el reverendo Roberto Arismendi, fundador de las Iglesias Evangélicas de Bolivia. El pastor aymara de 79 años murió el 20 de julio por complicaciones relacionadas con el COVID-19, de acuerdo con su hijo Javier Arismendi.
“Mi papá nunca paró de ayudar a la gente, siempre estuvo cerca de su congregación, llevándoles fe, pero también alimentos y paz”, dijo el hijo, quien se hizo cargo de la iglesia tras el deceso de su padre. “No sabemos en qué momento se contagió, pero trajo el virus a toda la familia”. Ocho parientes se contagiaron y todos se recuperaron.
La iglesia, que se encuentra en un barrio humilde de La Paz, vio caer a muchos feligreses. “El 30% de nuestra congregación de casi 100 personas fue afectada”, indicó Javier Arismendi.
En total, esta nación de 11,5 millones de habitantes ha registrado más de 108.000 infecciones y casi 5.000 muertes confirmadas por el gobierno.
En Nicaragua, muchas iglesias evangélicas reabrieron, algunas tomando precauciones, como Bethel, donde se pide a los fieles que lleven sus propios desinfectantes de manos. Las medidas fueron recomendadas por Valladares padre antes de fallecer.
Otras iglesias siguen como si nada.
En la iglesia Oasis de Paz de Masaya, al sur de la capital, unos 70 feligreses se amontonaron, sin tapabocas, en un pabellón abierto y cantaron y gritaron mientras se presentaba una banda de rock cristiano detrás del pastor. En la entrada había termos con agua para que la gente se lavase las manos, pero nadie parecía usarlos.
“Estamos viviendo tiempos difíciles”, dijo la feligresa Maynor Campos. “Es tiempo de buscar la presencia de Dios”.
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