Andalucía

El buen ladrón

Única autoridad efímera del PSOE federal cuando los barones intentaron laminar a Pedro Sánchez, constituye en sí mismo una noticia que Verónica Pérez acertase a encadenar sin error gramatical ni ortográfico grosero un par de frases subordinadas en un tuit trufado de respeto por el poder judicial: «Nada ni nadie hará que deje de sentir admiración por Pepe Griñán, una de las mentes más brillantes, de las más bellas personas, de los hombres más buenos que conozco. Un servidor público honesto y comprometido al que respeto profundamente y al que hoy no se le ha hecho justicia», acertó a teclear la precoz concejala sanjuanera, quién sabe si en un intento por reeditar su instante de fama warholiana. (Cabe, eso sí, felicitarla por renegar de sus afectos como hacen otros políticos de mayor fuste, singularmente Mariano Rajoy cuando eludía nombrar a su estrecho colaborador e íntimo amigo Luis Bárcenas y se refería a él como «esa persona»). La irremontable merma ética del socialismo andaluz radica en su carácter recalcitrante, o sea, esa convicción de residir en la superioridad moral que le imposibilita distinguir el mal cuando lo ejercen los propios. ¡Qué digo distinguir! Siquiera imaginar. Es rasgo fronterizo con lo psicopático. La sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla detalla las prácticas delictivas que corroyeron a la Junta durante, por lo menos, veinte años. Pero estas y estos Pérez de la vida, en su indigencia ética, siguen convencidos de que nada hay de censurable en repartir el dinero de todos discrecionalmente, más bien entre los afines. Se tienen por «robinhoods» omniscientes con la misión de confiscar al contribuyente para así redistribuir la riqueza. Por el camino, sí, se ha distraído algún milloncejo, pero eso no es más que un gaje del duro oficio de ser bondadoso.