Andalucía
El gordo y la gorda
“El mundo es un lugar injusto a pesar de que llevemos 24 horas escuchando que ‘los premios han estado muy repartidos’”
A nadie debería extrañar si la Lotería Nacional se convierte en el próximo objetivo de la Santa Inquisición de la Corrección Política. En primer lugar, por el adjetivo, «nacional», que en la España que viene sólo es aplicable a regiones más o menos levantiscas y que urge sustituir por «estatal». Pero, sobre todo, conviene desterrar del imaginario toda la tradición lotera debido a su lenguaje sexista, ese «me ha tocado el gordo» que cualquier agraciado (y, ¡ojo!, agraciada) grita con indisimulada euforia y remite directamente a Harvey Weinstein, el orondo productor de cine neoyorkino que manoseaba a las actrices, aspirantes o consagradas, en personalísimo test de idoneidad para los papeles. Exuda heteropatriarcado por cada poro la comparación con el resignado «me ha tocado la gorda» que escucharíamos al borde de la pista de baile o en la apresurada distribución de partenaires para rematar con calor humano cualquier furtiva salida en las noches navideñas, de suyo tan frías. El mundo, en efecto, es un lugar muy injusto a pesar de que llevemos veinticuatro horas escuchando eso de que «los premios han estado muy repartidos». Acabáramos. El auténtico reparto de fortuna entre los menesterosos consistiría en bajar tres puntos el IVA general, no un juego en el que millones de pobres ponen el dinero que no tienen para que unos pocos miles se den un alegrón y tres docenas de ellos abandonen para siempre a la famélica legión. La Administración, extractiva por antonomasia, no sólo se enriquece con la comisión del crupier, sino que gracias a Cristóbal Montoro, el vampiro de Jaén, ahora también confisca un quinto de lo que ganan los afortunados. Redistribución de la riqueza: todos pagan para que unos pocos, elegidos por sorteo, acumulen. «Plumas y alquitrán para el tahúr», cantaba La Frontera.
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