Andalucía

La molestia de jugar al fútbol

Pírrico punto del Betis en Vitoria. Frente a un Alavés en caída libre, los de Rubi dejan escapar otra ocasión de despegar. Y van...

El centrocampista francés del Betis, Nabil Kefir (delante), lucha por la pelota con el jugador del Deportivo Alavés, Rubén Duarte
El centrocampista francés del Betis, Nabil Kefir (delante), lucha por la pelota con el jugador del Deportivo Alavés, Rubén DuarteADRIAN RUIZ DE HIERROAgencia EFE

En la mitad de abajo de la tabla, sumido en un pelotón de mediocres compuesto por Osasuna, Levante o Valladolid, equipos que celebrarán la permanencia como una hazaña, el Betis acabó la primera vuelta con un empate tristísimo en el campo de un Alavés que escarba hacia la cola y se despeñará si nada lo remedia. El motivo de este nuevo tropiezo es claro: ni una sola persona de cuantas trabajan hoy en el club verdiblanco consideraba importante el partido de ayer, incómodamente incrustado entre la francachela de Joaquín y la noche de Reyes. En «Cuquilandia», el país imaginario que habita la dirigencia bética, sobra el fútbol.

La primera media hora perpetrada en Mendizorroza fue delirante, a la altura de la concatenación de disparates que Mateu Lahoz, quien pide a gritos la jubilación para poder dedicarse plenamente al show, quiso hacer pasar por arbitraje. Planos, sin tensión ni alma, once tíos de rosa decidieron que la cosa no iba con ellos, lo que permitió que Aleix Vidal se volviese a sentir futbolista y marcase dos años después de su último gol. Lo mejor de ese tramo fue que ni Lucas Pérez ni Pepelu cazaron el segundo gol.

Al son de Joaquín y Fekir, o más bien porque todo eran facilidades en el Alavés, empezó a atacar el Betis, que pudo empatar con un tiro ajustado del francés y con un penalti marrado por Joaquín antes del descanso, también cometido sobre su socio predilecto. Ambos volvieron a rozar al comienzo de la segunda parte un gol que llegó con un centro del campeón del mundo sobre Emerson, que le ganó el salto a su par y cabeceó a la red.

Quedaba mucho tiempo para que el Betis se ensañase con un rival que olía a muerto pero los cambios de Rubi cegaron toda posibilidad de triunfo: quitó a los dos mejores, sí, a Joaquín y Fekir, lo que tuvo la lógica consecuencia de que su equipo, encomendado hasta casi el final a un fantasmagórico Borja Iglesias -otra vez- , no volvió a crear peligro.

Pudo ser peor la cosa, pues Feddal se ganó una justa expulsión en un voleón del portero vasco cuando quedaba un cuarto de hora, descuento incluido, aunque la extrema debilidad del Alavés le impidió cercar al Betis y, aventualmente, marcar.