Andalucía
Abstención por pipí
La unidad de España no está en juego porque el andamiaje institucional del Estado es demasiado sólido pero sí se cuece una profundización en la desigualdad económica
Veinticinco de los ciento veinte diputados socialistas en el Congreso, más de una quinta parte (20,8%), figuraron el 10 de noviembre en las listas del PSOE-A. Aunque no los conmueva la deriva antiespañola de Pedro Sánchez, conducido del ronzal por los felones del PSC, algunos de ellos, o mejor todos, deberían pensarse si aducir un súbito ataque de cistitis que los recluya en el retrete durante la decisiva votación de investidura de hoy. Porque, como casi siempre ocurre, el quid de la cuestión reside más en el huevo que en el fuero. La unidad de España, a pesar de la llamada a andana de una oposición más aspaventera que eficiente, no está en juego porque el andamiaje institucional del Estado es demasiado sólido como para que cuatro iletrados lo derrumben, y ni siquiera creo que sea su intención. Pero sí se cuece una profundización en la desigualdad económica que, definitivamente, separarán a las regiones en territorios de primera y de segunda, dependiendo de la presión que el aldeanismo sea o haya sido capaz de ejercer sobre el Gobierno central. En román paladino: ERC aspira a conseguir para Cataluña la misma financiación, ventajosa e insolidaria, que la ETA y el PNV han conseguido para el País Vasco, ese cupo fiscal que en buena hora alguien definió como «cupo-nazo» –también valdría «cupo-nazi» visto el lenguaje supremacista de nuestros nacionalistas periféricos– y que convierte de facto a Andalucía en colonia de las autonomías más desarrolladas. Para impedir eso, deberían nuestros paisanos electos practicar la abstención por pipí que tan infelices haría a quienes creen gozar del designio divino de vivir más holgadamente que sus vecinos del Sur, esos infrahombres sólo aptos para la siesta. Nos están metiendo la mano en el bolsillo y seguimos mirando ensimismados a la bandera.
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