Andalucía
Toros y caza
«Que vivan los jornaleros con sus manos encalladas y el campero mayoral velando por su camada». Cantaba el poeta José León al hombre de campo, que ama la caza como una de las tradiciones más arraigadas en la cultura de España. Concretamente, las cacerías de liebres con galgos, constituyen una de las modalidades de perfil deportivo de más antigüedad documentadas en la península ibérica. Estas costumbres, centenarias y ancestrales, se van perdiendo, poco a poco, por toda nuestra piel de toro. Como ya pasó con las famosas peleas de gallo, de enorme calado social a principios del Siglo XX y hoy reducidas –prácticamente– a la clandestinidad. O el tiro pichón, con importantes restricciones en distintas regiones de la geografía hispana. Por eso, no es de extrañar que la entrada del nuevo Gobierno haga saltar las alarmas entre aficionados y taurinos. Tanto la vicepresidenta Teresa Ribera como el también vicepresidente Pablo Iglesias son contrarios a la celebración de espectáculos taurinos. La primera fue elegida secretaria de Estado de Medio Ambiente para el Cambio Climático y ahora será ministra de Transición Ecológica. Y ha afirmado, en alguna ocasión, su oposición a los coches con motores diésel, a la caza y los toros. Y el líder de Podemos, al frente de la Dirección de Bienestar Animal, ya planteó a Pedro Sánchez un posible referendúm sobre los toros en la nación española.Ciertos medios afirman, en estos días de estreno de gobierno, que la Tauromaquia –protegida por la Ley de Patrimonio Histórico– no corre peligro de prohibición.Sin embargo, muchos señalan la estrategia del «sanchismo» de asfixiar a los toros, para ir debilitando las posibilidades de florecimiento o prosperidad en España. Los que niegan los toros, en gran medida, desconocen que las dehesas son ejemplos de ecología, donde se preservan grandes especies de la fauna ibérica.
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