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Inauguración de FITUR 2020 en Feria de Madrid IFEMA
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla(1i) junto al vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín (1d) durante la visita al pabellón de Andalucía en la inauguración de cuadragésima edición de la Feria Internacional de Turismo-FITUR en IfemaÁlex ZeaEuropa Press

La fascinación que el españolito medio sentía en los años sesenta por los triunfos del Real Madrid en la Copa de Europa obedecían, según el (certero) diagnóstico de algún sociólogo de ocasión, «al placer de sentirse el mejor en algo». Y está claro que no le faltaban motivos, no lo evitaba el gran salto adelante del desarrollismo, al súbdito franquista y habitante de un país grisáceo para sentirse acomplejado ante sus vecinos europeos y ante Occidente en general, a pesar de que la propaganda del régimen se autodefinía como su «faro espiritual». Nos ocurre algo similar a los andaluces que tenemos la fortuna de asomarnos cada final de enero por Fitur, la gran tenida mundial del sector turístico que anualmente se organiza en Madrid. Aunque el estado de las autonomías y, sobre todo, los fondos de cohesión comunitarios han permitido a la región salir de su secular miseria, muchos complejos nos atormentan, en parte debido a la mirada del otro, con frecuencia en ángulo picado, pero en buena medida también por nuestra pertinacia en viajar en el furgón de cola de la modernidad. El stand de Andalucía en Ifema, sin embargo, siempre resulta asombroso y brillante, con independencia de que competa su montaje a una consejería socialista, andalucista, popular o ciudadana. Un sorbo del concentrado de atractivos de esta tierra es un motivo genuino de orgullo, una coartada para legitimar ese sentido de pertenencia del que a diario abjuramos a la vista de tantos defectos como padecemos, sean tópicos o reales. El país invitado en esta edición de 2020, Corea del Sur, aúna una cultura milenaria con un desarrollo económico brutal. Y a uno le apetece, claro, perderse entre los neones de Seúl, comer kimchi en todas las recetas posibles o conocer las pagodas de Bulguksa, en Gyeongju. Pero de lo que de verdad entran ganas es de desaparecer en cualquiera de los centenares de destinos anonadantes que tenemos a, como mucho, tres horitas de coche.