Andalucía
Es intrafamiliar
La vida de Antonio Perejil Delay, onubense de Nerva, minero y escritor, acabó en un portal a causa de la puñalada que le asestó su hijo, toxicómano, sobre quien pesaba una orden de alejamiento de sus progenitores. ¿A qué punto de violencia debe llegar una relación paterno-filial para que se pida la intervención del juzgado? El mal existe y se nos aparece en múltiples formas. Hoy en día no puede considerarse anciano a un señor de 66 años en plena producción intelectual, pero convendría no archivar a título de inventario las frecuentes noticias que llegan sobre la violencia ejercida sobre los mayores. Porque a pesar de que rara vez termina en muerte, es si cabe más deleznable y sañuda por victimizar a personas en estado de postración, o casi. Este parricidio se ha perpetrado en la barriada de La Carrasca, a cinco minutos del Hospital de las Cinco Llagas, la sede del Parlamento regional. Allí sostienen desde hace meses, tirios contra troyanos, una discusión de tintes bizantinos y no por versar sobre el sexo de los ángeles, sino porque sus señorías se han enredado en el sexo de los agresores. Una trinchera se empeña en usar el apellido «machista» en un afán un tanto enfermizo de señalar sólo a una parte de la población, desde la otra se insiste en el genérico «intrafamiliar» para proteger a todos los colectivos en riesgo: esposas, por supuesto y en primer lugar –la estadística es elocuente–, pero también viejos, niños, bebés, padres golpeados por hijos adolescentes u homosexuales –ellos y ellas– hostigados por sus parejas. J. P. S., detenido como presunto autor de la muerte de Antonio Perejil Delay, no merecería mayor condena si la asesinada hubiese sido su mujer; ni los deudos de este fallecido merecen menos calor, humano y económico, por parte de las instituciones públicas que cuando el crimen es sobre una fallecida. Si decir esto es habitar en las cavernas de la ultraderecha, fírmese este artículo a un orgulloso cavernícola.
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