Diego Valderas
Valderas: «Aquéllos que criticaban que gobernáramos en Andalucía, ahora lo hacen en el Estado»
El ex vicepresidente de la Junta se refiere a «Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Irene Montero...». Asegura que «nunca confió» en Adelante y hubiera preferido «seguir planteando IU como un proyecto de futuro, sola y coaligada». No se arrepiente de su pacto con Díaz, pese a que su relación «políticamente amorosa» se rompiera
Diego Valderas (Bollullos Par del Condado, Huelva, 1953) derrama palabras insufladas de recuerdos y mira de frente. Tras una vida en cargos institucionales, aspira a aparecer en «los libros de historia de la comunidad» como «alguien que desarrolló el trabajo político» que los ciudadanos «le encargaron» en distintos momentos de la autonomía andaluza.
Fue el primer presidente del Parlamento andaluz no socialista y el único hasta la llegada de la actual, Marta Bosquet, de Ciudadanos ¿marcó la diferencia?
Sí. Llegué a la Presidencia en un tiempo de cambio, de frustración y de desaprovechamiento de lo que hubiera podido significar éste en el Parlamento y en la política andaluza. Muchas veces me pregunto qué hubiera sucedido si IU hubiera gobernado en 1994 con la Vicepresidencia primera y cinco consejerías, entre ellas la de Agricultura. Se hubiera producido un cambio a mejor en la comunidad. No hubo acuerdo y el único posible fue que la Presidencia del Parlamento estuviera en manos de una fuerza política diferente a la que la había ostentado, como el Gobierno, durante los doce años anteriores. Fue un tiempo difícil e interesante.
¿Aún le pesan las críticas por la «pinza» con el PP?
Nunca dejé que me cogiera la «pinza» porque cuando uno llega a la Presidencia del Parlamento acaba sabiendo que tiene que poner la institución por encima y por delante de cualquiera de los partidos, te hayan votado o no a la hora de acceder a ella. Tuve la suerte de hacerlo sin ningún voto en contra, pero con los de IU, PP y PA. La institución había que preservarla, se hizo bien, y se marcó el cambio hacia una etapa de mayor diálogo, apertura y cercanía de la institución con el territorio y los ciudadanos. Se abrieron las puertas de la Cámara, la Mesa iba y actuaba en cada provincia, en la que conocía «in situ» sus problemas de la mano de los diputados. Fue una legislatura apasionante.
¿Qué es lo que más recuerda de aquella etapa, al margen del famoso ataque de risa?
El gran debate en defensa de la deuda histórica de Andalucía y los hechos que se consiguieron en esos dos años, cuando la voz de los andaluces estuvo presente en el Congreso de los Diputados, donde se exigió al Gobierno, entonces de Felipe González, que respondiera a esa deuda. Se pedían 100.000 millones, fueron cicateros y al final sólo logramos 20.000, pero creo que fue importante para las necesidades de futuro de la comunidad autónoma.
Esa época estuvo marcada por los debates sobre aquella deuda y ahora tenemos los del impago del IVA...
En el terreno de la financiación, las comunidades nunca han estado bien cuidadas. El Estado siempre ha cerrado el puño. La autonomía tiene que venir acompañada de financiación porque, si no, llegan las políticas de recortes, a veces duros, como las que se han vivido en los últimos años en esta comunidad. La financiación es una asignatura pendiente del Estado con los territorios, sea por vía del IVA o de cualquier otro elemento de carácter impositivo o financiero.
¿La autonomía ha servido para que Andalucía tenga el lugar que merece?
Partíamos de una mayor dificultad que otras comunidades a la hora de ejercer nuestro propio Gobierno y de reivindicar nuestro espacio. Como arrancábamos de escenarios diferentes, creo que hemos avanzado mucho, pero también queda mucho por hacer. Nadie puede negar que en estos cuarenta años Andalucía no haya sido capaz de avanzar en temas como la educación, la vertebración territorial, la salud, las comunicaciones... En derechos se ha avanzado mucho. Pero hemos tenido dos etapas estatutarias: hasta 2007 y después. El Estatuto con el que Andalucía accede al autogobierno prácticamente se cumplió, pero en cuanto al nuevo, hay mucho por alcanzar todavía. En ese sentido el 28F, la fecha más histórica de los andaluces en el siglo XX junto al 4 de diciembre de 1977, necesita un nuevo impulso. Hay que poner en valor los objetivos del nuevo texto estatutario que está algo frenado, entre otras razones porque han venido tiempos de crisis, pero si no se logra que sea útil, los ciudadanos pasarán factura.
Si echa la vista atrás, ¿se arrepiente de haber pactado con el PSOE-A para gobernar en la Junta?
No. La historia y el tiempo político me han dado la razón. Es curioso, aquéllos que criticaban que logré, a través de un referéndum, que gobernáramos en Andalucía, son los que ahora está gobernando en el Estado: Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Irene Montero... Los que criticaban aquello que hicimos aquí, y creo que bien, ahora gobiernan en Madrid. Incluso si comparamos los acuerdos que había encima de la mesa en Andalucía y los que hay en el conjunto del Estado, los de aquí eran muchos más avanzados, más progresistas y con más sello de izquierda.
Entiendo que, por lo que dice, apoya la alianza entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, ¿no?
Apoyo que cuando la ciudadanía te dice que tienes que ser útil, hagas valer ese poder. Vengo de una historia de gobierno. Fui alcalde siendo del Partido Comunista y lo fui durante quince años. Me he cultivado en ser político en la acción de gobierno y luego he comprobado también la importancia que tiene estar en la oposición. En la vida política hay que trabajar en positivo y en una posición de servicio hacia el conjunto de la sociedad, no del partido. Lo he tenido siempre muy claro y sabía que no se podía estar en Andalucía teniendo la batuta de las mayorías necesarias para poder gobernar, y quedarse fuera del Gobierno. Hay que estar en el equipo de mando, en la dirección, donde se cuecen y se deciden las cuestiones, con independencia de que el Parlamento esté para controlar e impulsar leyes. Antes se hizo bien y ahora también. Pero aquéllos que antes decían que se hizo mal, ahora tendrán que entonar el «mea culpa». Por eso planteaba que si en el 94 hubiera gobernado IU en Andalucía con 700.000 votos y con veinte diputados, no con doce como hice yo, otro gallo hubiera cantado en esta comunidad.
¿Qué opina de la decisión de Teresa Rodríguez de dejar la dirección de Podemos para impulsar a Adelante como fuerza andalucista, sin haber consultado a IU?
Nunca confié en ese escenario de Adelante Andalucía y de hacer bajar de capacidad a IU para poner en valor otra cosa que estaba por descubrir. Nunca estuve en esa batalla ni compartí esa serie de actuaciones por algo fundamental: cuando uno analizaba bien que era lo que conllevaba Podemos en Andalucía, observaba que eran personas que en un momento determinado estuvieron en IU y se fueron. Para ese viaje hacía falta poca alforja. No me dio confianza entonces ni me la da ahora, con independencia de que siempre he sido muy respetuoso con las actuaciones de las fuerzas políticas. A Adelante y a Teresa les deseó lo mejor, más allá de no compartir sus apreciaciones sobre el trabajo que hay que hacer en el conjunto de la sociedad porque en la acción política no se puede estar en misa y repicando. Eso no puede ser, hay que asumir las responsabilidades que uno tiene. Las acciones en favor de Andalucía se cambian con la movilización, pero también con el BOJA. Reivindicación y acción es una dicotomía que siempre me ha valido. Hay que ser capaz de estar en el Gobierno y al mismo tiempo impulsar elementos movilizadores de una sociedad, siempre en un espacio positivo.
¿La IU de Antonio Maíllo se precipitó al sumarse a Podemos?
Prefiero no valorar ese aspecto. A Maíllo le tocó estar al frente de IU en un tiempo difícil. Creo que lo que hizo, lo hizo pensando que era lo mejor, se equivocase o no. Ha tomado la decisión de retirarse de la vida política, lo respeto y no quiero hacer menosprecio del trabajo de alguien que se entregó durante unos años muy importantes en IU y hacía un buen papel de portavocía. Aunque hubiera preferido seguir planteando IU como un proyecto de futuro, sola y coaligada. Nunca he considerado elementos de desaparición de IU, de aprobar nuevos sujetos políticos que al final están hechos con los mismos mimbres de los anteriores.
¿Cómo acabó su relación con Susana Díaz?
Bien, en general me llevo bien con todo el mundo. Acabo de estar charlando con Javier Arenas –ex líder del PP-A, con el que ha coincidido esta semana en un acto en la Cámara– y con otros compañeros de épocas difíciles. Es curioso, impedí que Arenas fuera presidente de la Junta en los años en los que el PP superó al PSOE, por convicción ideológica, de sociedad y política; pero seguimos manteniendo la amistad.
¿Se ha perdido capacidad de dialogar, de acordar, de alcanzar consensos en la política?
Sí, bastante, y la relación humana en política es importante. Yo con Javier la he mantenido y he querido poner ese ejemplo para indicar que igual con Díaz. Más allá de la acción política, llegué a tener una consideración de amistad que hemos conservado. Ella en su sitio y yo en el mío, pero la hemos mantenido, a pesar de que aquella relación políticamente amorosa de gobierno de coalición se truncara.
¿De quién fue la culpa del desamor?
Nunca he querido situar responsabilidades en uno u otro bando, estuvieron compartidas. Me parece mal cuando alguien de los míos dice que la tuvo el PSOE o Susana Díaz, no es verdad, y lo contrario tampoco. Si se afirmara que fue de IU, también diría que no. Se tomaron decisiones no muy razonables por ambas partes y no acabó bien.
¿Cómo el rosario de la aurora?
Con elecciones en las que se penalizó a IU y no al PSOE.
¿Qué le parece que IU haya sacado de sus filas al Partido Feminista?
No lo he compartido. Aunque no he profundizado bien en esa situación, hay que ser muy cuidadoso con los aspectos del feminismo y las asociaciones y organizaciones que lo apoyan. Ese partido siempre ha estado a la vanguardia en la defensa de la igualdad, de los derechos de la mujer y del feminismo como un concepto que, junto con el medio ambiente, es fundamental para lo que representan las acciones futuras en cualquier gobierno y sociedad. Por eso no comparto que se haya prescindido de él. Se podían haber arreglado las cosas de otra forma.
Ha sido alcalde, presidente del Parlamento, vicepresidente de la Junta... ¿ahora se siente como un jarrón chino, que diría Felipe González?
No. Me he tomado la política con mucha sencillez, posiblemente él lo haya hecho con un mayor nivel. No me quiero comparar, González ha sido presidente del Gobierno y ha conseguido hitos históricos en el devenir de nuestro país y de nuestra sociedad, pero no me considero jarrón chino porque nunca me consideré importante. En política hay que saber subir con la misma dignidad que bajar. Fui capaz de pasar página tras ser alcalde con mayorías absolutas quince años, aunque agradezco ser todavía querido y reconocido en mi pueblo, y con lo demás, igual. Estamos por aquí para desarrollar la responsabilidad que te dan los ciudadanos y ya. Hace mal el que se pone medallas a sí mismo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar