Coronavirus

Efectos secundarios

“Aún están por diagnosticar por mucho que se diga que con este calor ‘el bicho no aguanta’”

An Iraqi man wears protective mask, following the outbreak of the coronavirus, as he looks at face masks at a supermarket in Baghdad
Cada día es más difícil encontrar mascarillas para combatir el coronavirusKHALID AL-MOUSILYReuters

Ni en el Pekín de la China saben bien, ni falta que les hace, qué es eso del coronavirus que nos trae con el miedo en el cogote a medio mundo. Puestos a decir la verdad, nos importa poco que las imágenes de las calles vacías y desoladas, vacías de chinos, fueran del lejano oriente. Eso tenía más que ver con Marco Polo y los ojos rasgados que con el avance de la primavera que nos entra por los ojos en forma de alergia. Pero cuando en Venecia, que es la más oriental de las ciudades europeas, bajan la persiana del carnaval y se ponen serios, los españoles que somos muy propios hacemos los mismo pero multiplicado por cinco. Ya incluso se ha dicho que tenemos el primer caso autóctono, mariquita la primera con coronavirus espontáneo. Fuera de trivialidades y dejando la seriedad epidemiológica para los expertos, los efectos secundarios del coronavirus aún están por diagnosticar por mucho que se diga que con este calor «el bicho no aguanta». Llamamos efectos secundarios al misil en la línea de flotación en las economías que ha supuesto este pánico a «no se sabe qué», pero que ha hecho perder al Ibex 35 todo lo ganado en la Bolsa desde comienzos de año y que amenaza con romper la burbuja del turismo de manera drástica. Hablamos tantas veces en estos días de lo que es Andalucía al calor del 28-F, que se nos olvida que para los que vienen de fuera el mayor activo, lo que hace mover nuestra mayor industria, se reduce a una ecuación muy simple: sol+calle+contactohumano=felicidad. Todo lo que no se puede disfrutar en el norte de Europa, los sueños que allí no son posibles de realizar, aquí se convierten en realidad. Tantas veces se ha dicho que la burbuja, que la gallina de los huevos de oro, que el turismo puede caerse de la manera más tonta y dejarnos en la ruina a todos porque no hay alternativa al «modelo productivo». Puede que pase, pero pongamos como mejor barrera el sentido común y frenemos los efectos colaterales.