Coronavirus
Arresto domiciliario
“La joya de la corona, la sanidad, puede salir tras el Covid-19 reforzada, si hay éxito, o retratada ante la falta de medios que durante años se han exigido frente a las puertas de San Telmo”
Fallecido Max Von Sydow se busca quien pueda jugar la partida con la muerte una vez que el séptimo sello se ha roto. Los campanarios sonando a las doce de la mañana para rezar el ángelus no son la trompeta del Apocalipsis, pero el silencio que luego se posa sobre la ciudad aplana la vida y la esperanza. No hay cambios en el arresto domiciliario al que nos ha sometido el Covid-19 y la impericia de las autoridades. Del no pasa nada, del “todo controlado”, a la pila de muertos y el batacazo económico de los andaluces, que ven un espejismo poder salir del último atolladero donde les ha metido Fortuna. Entre mala y peor noticia, con la vuelta al centralismo, nos encontramos con la buena nueva de la actuación de los profesionales de la sanidad y los cuerpos de seguridad del Estado frente a una situación inédita ante la que nadie se había preparado. La joya de la corona, la sanidad, puede salir tras el Covid-19 reforzada, si hay éxito, o retratada por la falta de medios que durante años se han exigido frente a las puertas de San Telmo. Ahora es el momento de la verdad para conocer si la Marea Blanca tenía razón o no, pero ya vemos cómo los médicos jubilados y los estudiantes de sexto curso se suman al zafarrancho contra la muerte. Dicen que el confinamiento puede sacar lo mejor de todos a base de vídeos de yoga, cursos online para aprender cualquier actividad inútil en nuestro anterior mundo y que los balcones han sustituido a las redes sociales para protestar o aplaudir. En la clausura de los conventos las monjas pasan el tiempo rezando a Dios y haciendo dulces sin preocuparse del mundo exterior, porque el suyo no pertenece a este mundo. Así estamos ahora el resto de la población secular. Nuestro mundo, el que perdimos y no recuperaremos como París, ya es otro aunque no sabemos muy bien cómo ni cuándo podremos catar su amargura. Será cuando volvamos a las calles y a la vida.
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