Coronavirus

Solos frente al vacío

Dios y la nada frente a frente, qué paradoja en tiempos de muerte y desesperanza. Mientras la ola arrasa con todo lo que conocimos

La Capilla de Los Marineros
La Capilla de Los MarinerosManuel Olmedo

Cuando la tierra se abrió en dos en Lisboa todo cambió, hasta la rutina de Kant que interrumpió su vespertino paseo al tener noticia del desastre. La tragedia rompió los esquemas de un mundo volcado por su opulencia en reflexionar sobre el progreso y la felicidad del hombre. Saltamos al vacío, sentimos el dolor de nuestra soledad. Salimos de la minoría de edad de la que alguna vez habló el filósofo de Prusia. Tocan las campanas a gloria sobre las cenizas de una Semana Santa que sólo fue tal en el interior de los templos. Dios y la nada frente a frente, qué paradoja en tiempos de muerte y desesperanza. Mientras la ola arrasa con todo lo que conocimos, la sorpresa se ha alejado dejándonos aún más desamparados en nuestro confinamiento. Protagonizamos una película a la que nadie nos invitó, asomados a las ventanas, aplaudiendo a la nada, añorando el todo, sabiendo ahora lo que era la libertad. Por eso, cualquier previsión que se haga sólo aguanta unas pocas horas, papel mojado, cuando estamos viendo fosas comunes en los parques de Nueva York y el optimismo sólo reina en nuestro universo de Internet. Gracias a que nos metieron el virus de la pantalla podemos sobrevivir sin necesidad del contacto humano, porque ya nos lo quitaron cuando la felicidad llegó al galope en las redes sociales. Conformados, los españoles ofrecen diariamente una lección de lealtad y patriotismo al Gobierno, al que aún es pronto para juzgar si actuó bien o mal. Tiempo habrá de contar muertos y ajustar cuentas no sólo con los que no cerraron las fronteras y permitieron manifestaciones, sino también con quienes convirtieron los servicios sanitarios en un lucrativo negocio y en un objeto de agitación social. “Ustedes espectadores tranquilos, espíritus intrépidos, / contemplando los náufragos de sus hermanos moribundos”, escribió Voltaire tras el terremoto. Nada nuevo desde entonces.