Coronavirus
¿A quién aplaudimos?
“No se dan cuenta nuestros políticos de que, fundamentalmente, son sus actitudes las que desprestigian su profesión”
Lunes
La pregunta no es retórica. Hoy es una tarde lluviosa de esta primavera desbocada que crece libre de las ataduras humanas de la polución y la masificación. Y aun con lluvia, a las ocho de la tarde los balcones vuelven a estar repletos de ciudadanos que aplauden a sanitarios, policías, militares y todos aquellos que nos protegen y nos permiten sobrevivir en este encierro. ¿Alguien aplaude a los políticos? Y si lo hace ¿a cuáles aplaude? En esta marabunta de datos, de medidas que vienen, van, vuelven y se corrigen casi en directo, es difícil pensar que hay alguno que lo está haciendo bien pero sin duda tiene que ser así. Lo que está claro es que hay muchos que lo están haciendo mal y que la palma se la lleva el gobierno central. Los datos son los datos.
Martes
Tengo una conversación con mis dos amigos I y A. La charla da vueltas sobre un conocido del colegio que desde hace un tiempo hace méritos por convertirse en una especie de gurú de las redes sobre el “estado de derecho”, su coletilla más habitual. Resulta que este tipejo fue el que organizó nuestra fiesta de fin de curso en segundo de bachillerato y nos timó a todos. Nos cobró una entrada considerable -a más de doscientas personas- por una hora y unas condiciones y cuando nos echaron a la calle, dos horas antes del límite de tiempo por el que nos dijo que habíamos pagado, desapareció sin dejar rastro con el dinero y apagó el móvil. Los dueños del local nos confirmaron que el timador nos había mentido y que ese horario que acabó con la fiesta de forma anticipada estaba pactado desde un primer momento con él. El caso es que el interfecto empieza a aparecer de forma más o menos frecuente en televisión, cuelga mensajes diarios en sus perfiles con una pretendida profundidad que se desinfla por su falta de argumentos y sus faltas de ortografía y las acompaña de fotos con el posado más arquetípico de político de toda la vida. Y lo peor es que hay gente a la que convence. En esencia: quiere saltar a la política y no le importa mucho el partido ya que sus posiciones cambian a menudo. Y aquí no queda más que concluir que si este personaje acaba en política mal vamos. ¿Cuántos habrá como él, capaces de timar a todos sus compañeros de curso, y han llegado a primera línea? ¿Cuántos como este oportunista con ansias de fama y poder y sin ninguna vocación merodean cerca de los partidos esperando la hora de sacar beneficio personal?
Miércoles
La conversación de ayer sigue un razonamiento que desgraciadamente la sesión parlamentaria de hoy va confirmando. No se dan cuenta nuestros políticos de que, fundamentalmente, son sus actitudes las que desprestigian su profesión. Uno habla de medios de comunicación “sospechosos”, aunque vistas las órdenes del gobierno al general de la Guardia Civil esto ya parece filfa; otro directamente decide no contestar ni al segundo y ni al tercer partido de la oposición porque desprecia sus ideas y muestra así un infinito desprecio por la democracia y por los millones de ciudadanos que libremente eligieron a esas personas; los nacionalistas por supuesto hablan de lo suyo, como siempre. La discusión ahora es en el chat general de los amigos donde las críticas a la ineptitud del gobierno vuelan. Pero hay dos cuestiones comunes: el desprecio a las formas y los fondos de nuestra política y que por todo ello nadie quiere ni pensar en dedicarse a la función pública. Pero ¿de qué sirve criticar a supuestos, o muy reales, mediocres si los formados y competentes no quieren ensuciarse las manos y poner en práctica el cambio que reclaman? Silencio.
Jueves
Hay una máxima que dice que los tiempos difíciles crean grandes personas, las grandes personas crean buenos tiempos, los buenos tiempos crean personas débiles, las personas débiles crean tiempos difíciles. Si nos atenemos a los extraordinariamente difíciles tiempos que hemos vivido desde la crisis de 2008, ahora mismo deberíamos estar gobernados por grandes personas. Pero no. El presidente del gobierno copió en su tesis y, según dice Wikipedia, su primer trabajo –ya dentro del PSOE- fue en el parlamento europeo; el primer trabajo del vicepresidente es como profesor en la Universidad del que no se movió hasta saltar a la política, con casa heredada de su tía; el líder de la oposición mintió respecto a sus titulaciones universitarias y su primer trabajo fue en el PP, del que ya no salió; el líder del siguiente grupo también es un producto de partido, del PP no del suyo, y trabajó cobrando un sueldazo en una fundación pública fantasma; el portavoz del siguiente partido por orden de representación es un señor cuya única actividad profesional anterior es activista por la independencia de Cataluña, luego al partido también. Mejor no sigo. ¿Estas son las grandes personas que nos van a sacar de tiempos difíciles? Y no, reclamar a nuestros políticos más formación y experiencia que uno mismo no es la crítica fácil ni tampoco un título universitario significa que esa persona sea mejor. Como tampoco lo es que el presidente o ministro de turno sea notario o registrador. No. Lo que importa es que sean buenas personas, trabajadoras, esforzadas y que sepan gestionar algo. Pero los que no saben qué es buscar empleo desesperado porque no llegas a fin de mes, los que no saben qué es tener que aceptar un trabajo miserable con un sueldo de vergüenza porque no queda más remedio, los que no saben qué es tener que compartir piso con otras cuatro personas con treinta años o vivir en un cubil infecto porque el sueldo no alcanza no pueden gobernarnos. Y todos los que han crecido a la sombra de un partido no tienen ni puñetera idea de todo lo anterior. Alguien tiene que dar el paso para que después de esta crisis cualquiera de estos merodeadores sea alejado de la política para siempre. Así no podemos aplaudirles y yo estoy deseando aplaudir a alguien con partido, cargo, nombre y apellidos. Y con un sueldazo; que la política, aunque estos hagan que parezca un privilegio, es un sacrificio y muy duro. Y ya que estamos sin que le insulten por la calle, a ninguno.
Viernes
Mi móvil no funciona. Si estoy escuchando un audio de una rueda de prensa o viendo el vídeo durante algo más de diez segundos se descarga de golpe. Y no hace ni tres años que lo compré. Tengo que mantenerlo enchufado de forma constante si no quiero que se me apague, con el tremendo inconveniente que eso supone para un periodista dado el momento en el que vivimos. Sé que cambio de tercio radicalmente pero ¿de esta crisis saldrá una legislación que ponga fin a la maldita y perversa obsolescencia programada que destroza el planeta y provoca cabreos a diestro y siniestro? ¿Por qué demonios me veo obilgado yo ahora a tener que comprar otro maldito teléfono, que encima vale un auténtico pastizal en comparación con mi salario, si no lo necesito? Sé que no viene al caso pero quizás sea una de esas cosas que debemos cambiar para esta nueva sociedad que viene. Ya veremos si de verdad es tan nueva como “la nueva política” que ahora nos venden desde cualquier partido. ¿Se irán todos para que sea nueva realmente?
✕
Accede a tu cuenta para comentar