Fernando Simón
Aprenda a distinguir
“¿Simón en la Isla, la Casa o las Cocinas? Tan posible como su candidatura a algún puesto político”
En estos tiempos de exceso de información, bulos y rumores en cantidades pantagruélicas nuestros gobernantes han decidido que la ciudadanía necesita de su ayuda mirífica para aprender a distinguir. Por eso el valido Redondo se ha elegido a sí mismo para vigilarnos y como visir ha fichado a Miguel Ángel Oliver, aquel de las homilías sin preguntas de Sánchez. Si es que nos empeñamos en pensar por nosotros mismos cuando no hace falta. La vicepresidenta Calvo nos ilustra con el ejemplo de Fernando Simón. Hay que diferenciar su vida privada de su profesionalidad. Vistos los hechos prefiero quedarme con su vida privada, tan divertida en plena pandemia con sesenta mil muertos, antes que con su trabajo. Vida privada que, visto su gusto por las entrevistas graciosillas y sus chistes de programa de varietés de la Transición –con toda mi admiración por aquellos caleidoscópicos espectáculos que disfruto en los habituales refritos de nostalgia televisiva–, corre el riesgo de convertirse en pública. ¿Simón en la Isla, la Casa o las Cocinas? Tan posible como su candidatura a algún puesto político. En esto del feminismo la ministra de su Igualdad también es muy docta en distinciones. Abre su paraguas oficialista para evitar que el buen doctor se manche con las razonables protestas de las enfermeras que, como las azafatas o las camareras, tienen todavía que aguantar estereotipos rancios, pero lo cierra cuando esos comentarios vienen del otro lado. Porque ahí sí es diferente: machismo casposo indudable. Tampoco es igual que una trama de abusos y prostitución de menores tutelados por la Administración tenga lugar bajo un Gobierno progresista, feminista, igualitario y nacionalista. Entonces no hay necesidad de montar una investigación parlamentaria para depurar responsabilidades como en el terrorífico y vergonzante caso del tripartito PSOE, Podemos y MÉS en Baleares que desgarradoramente recordaba el gran Jabois en su columna. La muerte por sobredosis de una niña de 16 años abusada por decenas de hombres del barrio con la complicidad de sus tutores públicos no provoca ya una investigación, tampoco una sola dimisión importante. La segunda dama de España también diferencia entre terroristas. El ataque de un islamista –pobre inmigrante, pacífico, discriminado– son «dolorosas noticias», pero si el fanatismo y el asesinato vienen del otro lado –¿existen lados en la barbarie?– entonces es un «ataque terrorista y xenófobo». Por eso también hay que aprender a distinguir entre lo malísimo que fue Franco hace 80 años contra los cándidos republicanos y lo buenos y moderados que han sido los pistoleros etarras durante los últimos 50. Tanto que levantan aplausos en el Congreso. Esa pedagogía nos va a permitir diferenciar a un alumno catalán del resto de alumnos españoles gracias a que no va a saber hablar castellano. En formación van a ser casi todos unos berzotas gracias a la ministra Celaá. También hay que diferenciar en las elecciones estadounidenses entre un tarado anti democrático y la defensa de un candidato del que apenas ha trascendido su programa, pero junto al que hay que militar aunque a mitad de mandato deje su cargo. Si todavía no distingue las diferencias es probable que sea porque usted no tiene una ideología y es una persona normal que entiende la complejidad de la vida. Ojo, corre el riesgo de ser señalado y vigilado. Confiemos en que no llegue a perseguido.
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