Inmigración

Misterio

Cerca de las costas de Senegal, la semana pasada naufragó un barco con 140 inmigrantes a bordo camino de Canarias, más de dos veces el récord diario de muertos por coronavirus en Andalucía

Fotografía facilitada por la Guardia Civil del estado en el que quedó una patera tras chocar contra una roca ayer en la playa de Caños de Meca (Cádiz). EFE
Fotografía facilitada por la Guardia Civil del estado en el que quedó una patera tras chocar contra una roca ayer en la playa de Caños de Meca (Cádiz). EFE.Agencia EFE

Hay quien compara la política con el misterio de la Santísima Trinidad. Ambas tienen bastantes puntos en común: se basan en la fe y son, valga la redundancia, un misterio, algo ‘cuasi’ inconcebible. Doctores tiene la iglesia y médicos e inspectores de Sanidad tuvo la política. Tal es el caso de Alfredo Sánchez Monteseirín. Cual Platón en su día, cual teólogo o filósofo, como alcalde de Sevilla inauguró hace ya años la Avenida de la Astronomía y acabó su discurso –previa confusión entre los términos «astronomía» y «astrología»– diciendo: «Nosotros, los astronautas…». Hay quien cree que don Alfredo dio un paso más allá en el afán por ocupar el hueco dejado por Martes y 13 en el panorama humorístico español. Más bien, Monteseirín reveló su concepción del misterio de la política. El «homo politicus» era, según el darwinismo mesiánico de Monteseirín, un ser llegado de las estrellas, un elegido, la inspiración de Sting en su «Walking on the moon». De ahí que los ciudadanos de a pie no entendieran, por ejemplo, cómo se podía acoger y organizar una reunión de la OTAN, por un lado, y subvencionar las protestas contra ella, por otro. Cosas de las estrellas. Cuando Felipe González –alias Isidoro– defendía aquello de «OTAN: de entrada, no», defendía también «y de salida, tampoco». El eslogan socialista formaba parte de una parábola política. Por eso, los españoles –hombres terrenales, en su mayoría, y no de las estrellas– no le entendieron. Tan paradójico es el misterio político, tantas vueltas da la noria, que Javier Solana –otrora adalid del no (de entrada) a la OTAN– acabó como secretario general de la Organización del Tratado Atlántico Norte. El hijo pródigo, versión profana. En una de estas vueltas de tuerca de la cosa política, hasta la misma OTAN vino a Andalucía a una «reunión informal», que en lenguaje de la calle debió ser algo así como «vámonos pa' Sevilla, que hace buen tiempo y hay jamón». Las bodas de Caná, a lo institucional. Cerca de las costas de Senegal, la semana pasada naufragó un barco con 140 inmigrantes a bordo camino de Canarias, más de dos veces el récord diario de muertos por coronavirus en Andalucía. Nadie les acoge, nadie les quiere, abandonados a su suerte. ¿Qué hacía y hace la OTAN, la ONU, las fuerzas del orden encargadas de establecer la justicia y la paz o «el vecino que elige el alcalde y el alcalde que quiere que sean los vecinos el alcalde», el tuitero de marras? Reuniones informales con jamón. En el misterio de la política, es el juicio final.