La mujer ha estado «oculta» para la medicina durante años, una cuestión que preocupa a la política y médica Carme Valls desde hace tres décadas. Valls dirige el programa Mujer, Salud y Calidad de Vida del CAPS (Centro de Análisis y Programas Sanitarios) y ahora reedita el ensayo «Mujeres invisibles para la medicina» (Capitán Swing), donde aborda la evolución de la atención sanitaria a quienes componen la mitad de la población mundial.
Dice que el cansancio es una enfermedad propia de las mujeres, pero se ha llegado a descalificar como si no fuera enfermedad. ¿Se ha minusvalorado la salud de la mujer?
Seguro. Y, por tanto, no se ha buscado el diagnóstico diferencial. Si dices que tienes cansancio o dolor el más probable es que te den un sedante o un antidepresivo, no que te busquen las causas. No vemos el diagnóstico claro de lo que pasa y lo tratamos mal. A una mujer joven que dice que está cansada nadie le pregunta si sus menstruaciones son abundantes. Toda la que pierda más de 80 centímetro cúbicos –un vaso de vino– al mes va a tener anemia y a estar toda su vida reproductiva cansada.
La menstruación es algo de lo que no se habla.
Ni se habla ni se pregunta. En la facultad de Medicina se pasa de puntillas, dura una hora la formación de los médicos de Primaria y luego las consecuencias las viven las mujeres de distinta manera en su vida. Es un cambio que se tiene que hacer en la ciencia médica. Esto es una diferencia biológica clara, nadie tiene ninguna duda de que la aparición de la menstruación marca diferencias, incluso en los estudios, porque al tener poco hierro ellas tienen menos memoria y capacidad de concentración y más ansiedad biológica. Entonces, pierden rendimiento escolar. Alguna psicóloga me dice que es que es la edad del tonteo, pero es que es la edad en que la regla dura ocho días.
Por eso afirma que no se puede separar la salud del contexto de cada persona.
Creo que es un error científico no incorporar las condiciones de vida y trabajo en los estudios de medicina. Ha costado mucho que exista la perspectiva de género, que es no solo diferenciar por sexos las investigaciones, sino analizar en ese contexto qué ha pasado. Por ejemplo, sobre las mujeres que tienen mucho dolor: hay que analizar a quién cuidan, cómo duermen, si tienen relaciones personales adecuadas, si están valoradas en su trabajo...
¿Qué la viagra la tomen ellos y los anticonceptivos ellas qué le dice?
Esto es porque la sexualidad de la mujer es incomprendida, a veces por la propia mujer. Máster y Johnson cuando buscaban el orgasmo femenino ya les sorprendió que no era igual. Han intentado buscar una medicación para la sexualidad femenina y no les sale la viagra femenina. Han acabado haciendo una pastilla rosa para darle más deseo, a base de tomarla durante todo el mes para tener un orgasmo más. En cambio, los anticonceptivos hormonales bajan la libido y eso lo han notado muchas mujeres. Entonces los hombres han dicho: «No, usted a mí eso no me lo dé».
Lo que denota que la responsabilidad de la reproducción se vuelca en nosotras desde siempre, pero ellos tienen que satisfacer el deseo sexual. ¿Eso está cambiando o la medicina no contribuye a que lo haga?
No, por ahora han contribuido más a que cambie la mirada sobre la sexualidad femenina las mismas mujeres y la reivindicación de que tu deseo es tuyo y tienes que decidir cuándo lo quieres o no. En el campo de los tratamientos, la medicina todavía está muy influida por la industria farmacéutica, que ha buscado fórmulas y no las acaba de encontrar. De hecho, la pastilla rosa no está triunfando porque la mujer que la esté tomando dirá «tengo un orgasmo más al mes», pero eso es una miseria porque con una buena cena y teniendo una buena relación, no necesitas tomarte una pastilla cada día para tener un orgasmo más al mes.
Es mejor dedicarle tiempo y espacio al sexo...
El sexo es una cosa más que penetrar en un agujero y eso las mujeres lo tienen mucho más claro que algunos hombres, que viven de la penetración solamente. La sexualidad todavía la estamos discutiendo.
Si estuviera en su mano crear un medicamento para acabar con un problema de salud, ¿cuál sería?
Más que una pastilla, mejoraría los estudios sobre enfermedades crónicas que producen dolor. Falta invertir en ello y mejoraría la calidad de vida. La mujer vive de media unos diez años más que el hombre pero no los vive con buena calidad. Los años que vive de más la tiene problemas de salud crónicos que le producen deterioro de su calidad de vida. Todo eso son problemas que si los tenemos claros podríamos prevenirlos.
¿Pero son propios de las mujeres o del contexto en el que se mueven en su vida diaria?
Son propios de las dos cosas. Le explico: por la vida cotidiana, hay trabajos más repetitivos y monótonos que la mujer tiene que hacer y le encorvan la espalda. Luego hay otras características: por ejemplo, la mujer deja de producir la vitamina D en el riñón diez años antes que el hombre y eso le condiciona unas alteraciones de las glándulas paratiroides. Se tienen que cambiar las condiciones de vida y trabajo. La medicina también tiene sus dificultades en atender bien a los hombres mayores, yo reivindico que hemos de visibilizar las diferencias, que también se plantean en la edad.
En realidad, todo lo que se salga del hombre medio es lo que la ciencia ha mantenido olvidado: niños, mujeres y personas mayores.
Es cierto. Fíjese, la medicina ha sido casi un paradigma que se dedicaba a hombres en edad productiva, pero luego los demás, los mayores, las mujeres y los niños no era importante que entraran en el lote.