Sociedad
La pandemia de coronavirus ha anulado la imagen de las cenas de Navidad en los comedores sociales y se ha cambiado por la imagen frenética de la cocina, como en las Hermanas de la Caridad de Sevilla, donde hoy se ha comenzado a trabajar muy temprano para asegurar que a nadie le falte una comida digna.
Es el paisaje que se puede ver desde primera hora de la mañana en el comedor social del Pumarejo, que recibe su nombre del lugar en el que se encuentra en el corazón de la Sevilla más histórica, y que cada día atiende a cientos de personas gracias a la solidaridad de las monjas, que para ayudar no entienden de festivos ni credos.
Son las Hermanas de la Caridad, uno de los referentes a la hora de hablar de solidaridad durante todo el año, que han tenido que improvisar sobre la marcha su labor diaria para que nadie se vea sin un plato de comida en su mesa, ya sea en Nochebuena o en cualquier momento del año.
“Son unas navidades particulares, pero tenemos que ayudar en la medida de lo posible”, explica la madre superiora de este convento, Sor Esperanza, que coordina tanto a sus hermanas como a un grupo de voluntarios que invierten parte de su tiempo libre para ayudar a los que nada tienen durante todo el año.
Hasta el año pasado, las puertas del comedor social se abrían a las siete y media de la tarde y se establecían una serie de turnos para disfrutar de la cena de Nochebuena, pero la pandemia ha obligado a cambiar el guión sobre la marcha para hoy.
Esta noche no solo hay que proteger a las personas que cenan, sino que hay que impedir como sea que el virus entre en el convento, ya que la media de edad de las hermanas las hace ser personas de riesgo severo.
“Hemos tenido que cambiar algunas cosas previstas, como eliminar la sopa de picadillo, y lo hemos concentrado todo en una entrega de comida a mediodía, en la que las personas que acudan se van a llevar a sus casas tanto el almuerzo como la cena”, explica Sor Esperanza.
Con la ayuda de todas las personas que colaboran con esta enorme labor social, se han preparado bolsas con ensaladilla, langostinos, queso, chorizo, caña de lomo, arroz, jamón salchichón y pan, y para que nadie eche de menos endulzar su comida, se les añaden polvorones y turrón, como en cualquier casa de cualquier persona que celebre su Navidad con todo lo necesario.
En un día como el de hoy pueden dar de almorzar-cenar a más de 400 personas, aunque las cifras van variando casi a diario, y han sufrido incrementos desde 2008 por la crisis económica y en este 2020 por todo lo derivado de la pandemia.
Contra la crisis y el incremento de la demanda de ayuda, entidades como el Ayuntamiento, la Junta de Andalucía, el colegio Buen Pastor, Mercadona o Banco de Alimentos son algunas de las manos que las monjas reciben cada día, y de su labor se beneficia gente que en este día, como todos, hace cola ante la fachada lateral del convento para recibir amor en forma de alimentos.
Y todo ello en un congregación con casi cuatro siglos de vida, ya que la compañía de las Hijas de la Caridad fue fundada por San Vicente de Paúl y por Santa Luisa de Marillac en 1633, y en Sevilla cuentan con un comedor cuenta con cocina, despensa, cámaras frigoríficas y de congelación, entre otros servicios.
Un gran número de voluntarios dejan a sus familias en estos días para ayudar a personas que no conocen, terminando el trabajo solidario justo a tiempo para llegar a sus casa en Nochebuena, una dinámica vital que no ha cambiado en años, ya sea para pelar patatas, ayudar en la limpieza y a cuanto haga falta para que la gran cadena solidaria siga engrasada cada día.