"Las Crónicas del Salitre"
«Sucedido» musical navideño
«El acceso a la música no era como ahora, durante los primeros años 80 no quedaba otra que llamar a la radio»
Durante los primeros años ochenta el acceso a la música no era como ahora, casi no quedaba otra que llamar a la radio para que en algún programa pincharan tu canción de cabecera.
Colecciono anécdotas sobre la radio y siempre le estaré agradecido al gran periodista José Manuel Bermudo por compartir este «sucedido».
En aquellas tardes el locutor se afanaba en darle un poco de contenido, un concurso de pregunta-respuesta, a su programa de discos dedicados. La redacción de aquella emisora contaba con excelentes profesionales y algunos elementos diplomados en bromas cabronas. Ya se habían quedado con aquel presentador, haciéndole creer que tenía oyentes cultísimos, capaces de acertar toda la enciclopedia Espasa-Calpe (no había internet, criaturas). Dado que los trápalas de la emisora conocían las respuestas, siempre acertaban todas las cuestiones, gracias a la complicidad necesaria del técnico. Cuando el azaroso presentador presumió en la redacción de la inteligencia de sus oyentes, las carcajadas de los bromistas les delataron… «Hijos de puta», fueron las espontáneas palabras que surgieron de su boca.
Las peticiones continuaron, los discos siguieron sonando y los bandarras maquinaron una trastada más: «Buenas tardes –saludaba el locutor– ¿de dónde llama?». «De Estepona –respondía con voz de niño repipi uno de los cabrones–, quiero que me ponga un villancico». Esta solicitud se repetía día tras día, y cuando el micro se apagaba, el locutor explotaba en todo un festival de maldiciones, pues la insistencia penosa del oyente y su petición navideña le descuadraban la línea del programa.
Las llamadas del de Estepona siguieron y las maldiciones privadas también, mientras el villancico no sonaba.
En una vuelta de tuerca más, los bromistas convencieron al presentador para que pusiera la coplilla navideña de marras, pues a lo mejor el joven oyente podría estar enfermo o tener algún problema emocional; y así Boney M. y su «Feliz Navidad» se emitieron en la radio. De repente el teléfono sonó de nuevo en el espacio de discos dedicados, era el joven esteponero… «Pues ya está sonando tu villancico», exclamó animado el presentador, «Ya –dijo el postizo niñato» pero ésa no me gusta, quiero ‘Noche de Paz’»…
Los gritos y el cabreo del sufridor locutor fueron descomunales, tanto que ninguno de sus puñeteros compañeros se atrevió a contarle nunca lo sucedido en aquella tarde de agosto.
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