"El bloc"
Jesús el Claro
“A Aguirre, sí, uno le compraría un coche de segunda mano con los ojos cerrados”
En lo que va del «bolondrón» al «culillo», el consejero de Salud (y Familias, sea eso lo que sea en plural con mayúscula) ejerce desde el estrado del médico rural que fue al tiempo que enriquece el idioma con unos neologismos que no tienen tanto mérito filológico, seguramente, como valor social. ¡Por fin un político al que se le entiende todo! El nombramiento de Jesús Aguirre fue saludado con maldades sobre su ilustre homónimo, aquel jesuita exclaustrado que epató a la société como Duque de Alba consorte, pero dos años de lidia franca contra estados de crisis permanente –de la carne mechada al coronavirus– lo han convertido en la estrella de esta primera mitad de legislatura. Frente a la inanidad uniformada de la mayoría de sus compañeros de gabinete, su figura refulge oronda y paternal para recordarnos en qué ha de consistir el servicio público en las democracias liberales: un profesional de dilatada trayectoria que abandona temporalmente la sociedad civil para desempeñar un cargo y que, encima, cumple con la confiabilidad tópica que los estadounidenses exigen a sus gestores. Porque a Aguirre, sí, uno le compraría un coche de segunda mano con los ojos cerrados… e intenten pensar algo parecido del resto del equipo gubernamental. Cuando se está al frente de un negociado tan sensible como la sanidad, resulta básico ser inteligible en tiempos de jindama como los que corren. Y sí, puede que no sea muy académico lamentar el «bolondrón» de las listas de espera soviéticas que le legó Marina Álvarez o mostrar la necesidad de apurar las dosis de vacunas hasta las heces del «culillo», pero la diferencia con otros portavoces pandémicos es, a su favor y sin ánimo de señalar a ningún barrabás enfermo de sectarismo, abismal.
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