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La cepa de Uganda y la movilidad
“Los habitantes de Constantina no pueden ir a la vecina Cazalla, que está a dieciocho kilómetros, a tomar un licor de guindas del Clavel pero igual lo que cogen es un covid de Kampala, que está a ocho mil”
A ver quién es capaz de explicar cómo diantres ha llegado hasta Andalucía una extraña variante del virus surgida en Uganda. Los epidemiólogos seguro que no, al menos los que asesoran al Gobierno. Esta crisis ha demostrado que su profesión sirve casi en exclusiva para recopilar números cuando ya ha estallado la pandemia. Supongo que cuando Simón dijo que desde mediados de enero ya estaban trabajando quince horas al día es porque estaban comprando libretas y bolis y preparando las celdillas del Excel. La comunidad ha recuperado su fama ancestral de mestizaje y ahora vuelve a ser un crisol pero de cepas de todas partes del mundo: la china, la británica, la sudafricana y ahora la ugandesa. Todo ello con los aeropuertos perfectamente controlados con certificado de vacuna, toma de temperatura, PCR y tal. Habrá que creerlo pero hasta aquí han llegado tres casos de la sudafricana por vía aérea desde Guinea Ecuatorial, Senegal y Tanzania. A lo mejor es culpa de todos los chavales franceses que vienen a mamarse a Madrid en avión o cruzan en coche por Irún sin que nadie les pare. O los alemanes que viajan a las islas a hacer nudismo y pasear sus orondas rojeces por la playa. O las convocatorias de prensa de Vox que se parecen sospechosamente a mítines multitudinarios y que sus voceros propagan, como si lo fueran, por las redes. En el Gobierno insisten en que todo está muy controlado pero las cepas aparecen y, de momento, ninguna es de Barbate. Los habitantes de Constantina no pueden ir a la vecina Cazalla, que está a dieciocho kilómetros, a tomar un licor de guindas del Clavel pero igual lo que cogen es un covid de Kampala, que está a ocho mil. Dan ganas de dejarlo todo y reservar un billete en el único avión de Plus Ultra, ahora que sabemos que es una empresa estratégica, aunque rechine mucho lo de entregarle más de cincuenta melones de euros públicos a una directiva conocida por su incompetencia en este campo, por no decir algo peor. Que le pregunten a M., ex piloto de Air Madrid que acabó en Sri Lanka. Si los políticos han copiado el transfuguismo del virus, bien se les podrían aplicar restricciones de movilidad en su trabajo. Al menos en los que ejercen poder ejecutivo. En su despacho, a poder ser, y que fichen todos los días de acuerdo a la misma ley que aprobaron, aquella de la que nadie se acuerda. Así Pablo Iglesias no se habría aburrido tanto como para dejarlo todo y aprovechar las últimas sesiones del congreso para marcar paquete comunista. Menos mal que no hay nadie que le llegue a la suela a esos de los que presume. Proporcionalmente llegarle a la suela a un comunista de los de verdad equivale a saber hacer una purga en un pueblo pequeño, expropiar una pyme o manipular una televisión local.
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