"Menú del día"
Aquí está la primavera
“En Sevilla debería haber empezado a oler ya a feria pero este año, otra vez, ni siquiera va a oler a incienso. A lo que sí huele es a azahar”
«Con toda esta historia nadie habla de que ya ha llegado la primavera». A menudo la Pájara expresa ideas profundas como los niños, con ligereza, sin ser consciente de lo acertadas que siempre son sus impresiones, mientras pierde la mirada entre las ramas que estira al sol de marzo El Presidente, un olmo bonsái que ha recibido su nombre por Felipe González. En Sevilla debería haber empezado a oler ya a feria pero este año, otra vez, ni siquiera va a oler a incienso. A lo que sí huele es a azahar porque comienzan a brotar diminutas gotas sevillistas en el lienzo de hojas béticas que son los naranjos de la ciudad. Como si la primavera fuese una pintora descuidada que ha estado pintando por encima de las copas sin prestar atención a la brocha o al cubo. Toda esta historia es la pandemia, claro. Las restricciones que vienen y van, el recuento diario, las vacunas que no llegan, el padre de P. Pero también es la permanente campaña electoral, las mociones triunfantes o fracasadas, las elecciones de Madrid, lo deforme que se vuelve el feminismo oficial cuando juzga y condena por televisión y aúpa como ejemplo a una persona cuya relación con sus hijos hace cuanto menos cuestionable su labor de madre. O a la periodista que dejó todo por meter la pata hasta el fondo –debido a su ideología– y ahora la presenta como un ejemplo de bucólica austeridad. Es también que la futura vacuna española, que promete ser mejor que todas las actuales, no llegue antes porque el gobierno progresista que puso a un astronauta al frente del ministerio prefiere donar millones a una sospechosa aerolínea que al talento y al futuro de nuestro país. Es un procedimiento que huele demasiado a los ERE y que no olería tanto si no fuera porque hay tres ministros que conocen muy bien ese olor. Pero ese aroma se queda en Moncloa. En Sevilla en primavera huele a azahar. Y brilla el sol en el río. Hasta la presencia súbita de los mosquitos se agradece o al menos se tolera, de momento, como primeros heraldos del cambio de estación. Antonio Gala dijo que en una rosa caben todas las primaveras pero a la Pájara no le gustan las rosas. Prefiere los tulipanes que son una primavera a la holandesa. Luis Cernuda recordaba que hay que ver y mirar, aprender cómo es la dicha antes de que la sombra caiga. Más ahora que estamos en la engañosa calma que precede a la siguiente ola. No es solo poder ir a la playa o aprovechar los bares abiertos hasta el último minuto, que también porque un botellín nunca va a ser mejor que una cerveza de grifo bien tirada. Igual que las aceitunas o los altramuces no saben igual en casa. Es sencillamente sentarse en uno de los bancos de piedra azulejados del parque de María Luisa al lado de la Pájara y observarla mientras contempla las flores derramadas de sol y sin quererlo germina dentro de ella su última reflexión. Que dirá con la misma ligereza infantil de siempre. Volveremos a hablar de rojos, fachas, corruptos y virus pero ya está aquí la primavera.
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