Las crónicas del salitre

Cuestión de accidente

“No existe un sólo caso en la historia de la humanidad en el que se le consulte a un «pre-nato» dónde, cómo y cuándo le apetecería llegar al mundo”

Vista de la fachada principal del Ayuntamiento de Málaga
Vista de la fachada principal del Ayuntamiento de Málagalarazon

«Los Accidentes Ocurren», además de un hecho probado es una coplilla ochentera del gran Elvis Costello. Lo cierto es que si empiezas a darle vueltas al coco, puedes pillarte un tremendo «burujon» cerebral digno de ¿qué fue primero, la gallina o el huevo?… O no vayas a tardar que ya han «echao» los fideos (Chiquito de la Calzá «dixit»).

Este es el galimatías de los accidentes, los de verdad, los que suceden sin control y sin ninguna intencionalidad. Aplicando este principio a la propia vida, la máxima es bien clara: todos y todas nacemos por accidente, porque nadie elige, cómo, dónde y cuándo. Los padres pueden decidir parte de estas disyuntivas, pero jamás «de los jamases» podrá elegir el sujeto o sujeta naciente. No existe un sólo caso en la historia de la humanidad en el que se le consulte a un «pre-nato» dónde, cómo y cuándo le apetecería llegar al mundo.

He tenido la inmensa suerte de conocer a muchas personas que han decidido vivir y terminar su existencia en lugares muy diferentes y hasta distantes de los de su nacimiento. En la Costa del Sol los hay a porrillo, por gustosa elección y también por pura necesidad, dado que, de haberse quedado en sus lugares de procedencia, habrían pasado más hambre que un lagarto detrás de una pita (tipo de cactus pobrísimo). Dorothy, Nicholas, Milton, Patti, Mary, Maurice, Hamed… son tantos los amigos y compañeros conocidos que coincidieron en el hecho de su elección, «ya que nada ni nadie nos consultó al llegar, por lo menos que nosotros decidamos donde estar y desde donde partir».

Pepillo California (protagonista de alguna que otra de estas paridas literarias, de quién uso su apodo, porque así lo prefiere el interesado), nació en una zona cercana a Chicago, pero en cuanto pudo se piró a California, dónde quería estar, y tiempo después recaló en Andalucía, en Marbella, donde flipa igualmente. Una vez lo visité en Santa Mónica y en uno de nuestros paseos frente al Pacífico me soltó: «Mira Salitas, el mérito no es nacer en un lugar y presumir de ello, lo bueno es elegir el espacio de tu existencia, vivir, apoyar, sentir, participar y trabajar por hacer mejor la vida de la gente que allí se encuentra y la tuya propia, lo demás es una mierda ‘pinchá’ en un palo, cómo se dice en tu idioma».

¿Y a cuento de qué viene esta parrafada? Por el recuerdo y respeto a personas como José Antonio Frías y Gonzalo Fausto, a su obra y pasión que fue Málaga con mayúsculas.

Seguí a Fausto en sus crónicas del «Diario Sur» y presumo de haber sido amigo de Frías, un periodista más grande que La Rosaleda; por eso, que a estas alturas de la chingante historia, el Ayuntamiento de Málaga le diga «nones» a que unas calles de su ciudad lleven el nombre de estos dos cronistas superlativos, Gonzalo Fausto y José Antonio Frías reitero, porque no tuvieron la suerte/accidente de nacer en dicho municipio, es de catetos con chorreras y de ser más rancios que un pan duro.