"Las crónicas del salitre"

Esto no es usual

“Cuando todo el mundo pensaba que Tom Jones se dejaría caer con un disquete estándar, va el abuelo y arrea una «guantá sin mano» en forma de canción”

José Luis Salas

¡La madre que parió al Tigre de Gales! Sin concesiones, sin contemplaciones, serio como un luto, el último disco de Tom Jones, «Surrounded By Time», es la creación de un artista que ya no le debe nada a nadie. Su voz irrepetible se muestra casi desnuda, con poquísimo acompañamiento instrumental pues sobran más aliños.

Cuando todo el mundo pensaba que Jones se dejaría caer con un disquete estándar, dadas sus últimas y amables apariciones como jurado de «talent shows», va el abuelo y le arrea una «guantá sin mano» en forma de canción «Pop Star» o «Talking Reality Television Blues», a lo que no se ve del «showbusiness», a lo chungo que hay detrás del escenario y los montajes promocionales; por cierto, la versión del temazo de 1969 «The Windmills Of Your Mind» le ha quedado para ponerle un piso en Marbella, la misma ciudad en la que cuando actuó en el Hotel Puente Romano, durante el verano de 2011, sirvió como cruda y perfecta demostración de lo que es el «ying y el yang» de la vida. Según narró en sus diversas colaboraciones para ONDA CERO el sin par Francis Guzmán (genuino propietario y mentor del famoso local hostelero «La Polaca» de Marbella), la actuación de Tom Jones fue un rotundo éxito de crítica y público, pero también hubo tragedia, en la que la mayoría de los allí congregados ni se coscó… Justo en frente del asiento que ocupaba Francis –cuya pasión por Tom Jones es a prueba de bombas desde que lo viera por la tele en blanco y negro – una señora de más de 80 años, excelentemente ataviada, fumando cigarrillos de tabaco rubio, uno detrás de otro, y acompañada de un taciturno mayordomo (habían llegado a bordo de un flamante Rolls), disfrutaba como nadie de la brillante actuación del famoso cantante. Cuando la banda atacó el gran pelotazo de los años sesenta «It’s Not Usual», los ojos de la dama parecieron brillar con el doble de intensidad mientras una sonrisa sincera se plantaba en su cara. Ese fue su final: pequeño revuelo entre el público más cercano, su mayordomo, siempre con el mismo rictus, decía: «La señora está finita» (según la traducción de un inglés con toque germánico), mientras el personal sanitario la sacaba disimuladamente en una camilla.

El comentario de la crónica de Francis Guzmán suena a sentencia: «Imagínate, con 80 o 90 años, en el concierto de tu artista favorito, cantando tu canción preferida, fumando como un carretero, habiendo llegado en Rolls y acompañada de tu mayordomo… yo también lo quisiera pa mi; coño que a gusto se ha ido la señora».