El bloc
Lo nuevo ya es viejo
Cuando se avizoran las elecciones nos hacemos cruces ante el estado de esos partidos llamados a encarnar la «nueva política»
Del adjetivo latino «novus/a/um» se deriva tanto la palabra «novedad», con todas sus ilusionantes connotaciones, como la peyorativa «novelería». Cuando ya se avizoran las elecciones autonómicas, que llegarán a cualquier altura del año en ciernes, nos hacemos cruces ante el estado ruinoso de esos partidos llamados hace un lustro a encarnar la «nueva política», que al cabo ha resultado más novelera que novedosa. En Andalucía, por ceñirnos a este territorio, Ciudadanos agoniza entre los desesperados manoteos de Juan Marín por mantenerse a flote y Podemos ha quedado dividido en tres banderías irreconciliables: la marca original, el esqueje de Errejón y lo de Teresa con su consorte. La hoy denostada Transición dejó dos definiciones del centrismo y de la izquierda radical que lucen aún con esplendorosa vigencia: «Al suelo, que vienen los nuestros», advirtió Pío Cabanillas (padre) cuando se desintegraba la UCD. «Cabe toda la militancia en un taxi», decía Alfonso Guerra sobre los diferentes partidos comunistas que abandonaban la obediencia moscovita para acabar integrándose en el PSOE. Los socios de Moreno Bonilla se han enredado en unas primarias surrealistas, un proceso de dos días mal contados en el que tres candidaturas tratarán de ganarse el voto de seis o siete simpatizantes… mientras los cuadros naranjas del gobierno regional buscan sin disimulo hueco en las listas del PP o, al menos, la promesa de una gabela cuando los populares renueven el mandato, solos o en compañía de Vox. La zurdera, por su parte, marcha en orden disperso pero con paso seguro hacia la marginalidad por triplicado, ignorante en su astronómica soberbia de que tres por cero es igual a cero. Abascal y Olona, alimentados de vitamina demoscópica, deberían tomar nota para no morir de un empacho.
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