"Letras atlánticas"

El palpitar del tiempo

María Zambrano reúne los dones más altos de la palabra, la poesía y la filosofía

María Zambrano
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Quiero despedir el 2021 con María Zambrano, mi adorada malagueña. Este año se cumple el 30º aniversario de su muerte y creo que no la hemos nombrado bastante. Se fue en febrero del 91, en Madrid, después de dar muchas vueltas por el mundo mudándose de exilio en exilio con sus gatos y su hermana.

María reúne los dones más altos de la palabra, la poesía y la filosofía. Sabe bien qué dice cuando afirma que filosófico es el preguntar y poético el hallazgo.

Sus libros me acompañan desde la adolescencia y los releo continuamente; siento una profunda admiración por su mirada infinita y más humana que el tiempo que le tocó vivir, cargado de prejuicios, tabúes y grandes ignorancias.

Es la que mejor explica la existencia de Dulcinea porque ve el corazón de Cervantes, empatiza con Quijano y conoce perfectamente los territorios del alba. Nombra el «alborear» que no es una luz, es un tiempo sin horas y sin calendario, una acción o una manera poética de hacer las cosas. Hay premonición, sueños, ingenuidad y algo que busca el asombro: un océano del tiempo luz. «El alba da la certeza del tiempo y de la luz y la incerteza de lo que luz y tiempo van a traer».

María no cree que el Quijote sea una novela y coincido con ella porque con sus salidas al alba en busca de libertad y los diálogos íntimos con la Altísima Señora, el caballero de la triste figura sale a buscar lo poético: «Ese “algo” que hace ir al encuentro del alba. Y, cuando este género de unidad aparece, la novela entra en el reino de la poesía. Es un poema. Poema siendo apurada novela, porque todo lo que es humana creación entra en la poesía cuando se logra».

María lee el corazón de Cervantes mientras Quijano escribe y el Quijote actúa. Conecta con su fe poética y percibe en Dulcinea la conexión máxima con la divinidad, la poesía, que en este caso es una musa vislumbrada en Aldonza, la mujer que «tenía más realidad que ninguna de las que había visto y entrevisto».

La descripción que hace la Zambrano de Dulcinea se parece a la Poesía: «era arisca, irreductible, exenta; nunca se ausentaba; diríase que estaba privada de algo tan común a todos los seres y cosas como la ausencia».

Me encanta esa definición: la privada de ausencia. Es mucho más que una presencia.

Quiero detenerme en esa sensación, ese pálpito, porque diciembre es el mes más intenso de presencias, ausencias y sensaciones.

Hay personas privadas de ausencia porque están en nuestro corazón, en nuestra mente, en los perfumes y las risas. Hay presencias añoradas, hay rutinas de la presencia, hay presencias felices y otras no elegidas, presencias y ausencias que el resto del año pasan más desapercibidas, pero en diciembre se ven con claridad, sentimos nítidamente qué hay y quién nos falta.

Las campanas, los villancicos, los rituales, las luces artificiales se posan sobre una mesa llena de comida o sin qué comer, se cuelgan de los ángeles que nos acompañan o no, se visten de Santa Claus y Reyes Magos o se tapan con una manta hasta que pase el frío.

Entonces aparece la palabra mágica de diciembre: melancolía.

Está en todas las campanas, mesas, ángeles, ropas, noches buenas y viejas.

María, la fumadora empedernida, la pensadora incurable, viajera y amante de los gatos, escribió lo mejor que he leído sobre la palabra mágica: «La melancolía es una manera, por tanto, de tener; es la manera de tener no teniendo, de poseer las cosas por el palpitar del tiempo, por su envoltura temporal. Algo así como una posesión de su esencia, puesto que tenemos de ellas lo que nos falta, o sea lo que ellas son estrictamente».

El palpitar del tiempo no está en los relojes ni en las campanadas, late en nosotros íntimamente y en la melancolía de los festejos.

Deseo que termines bien este año y recibas el próximo con alegría a pesar de las distancias, con la esperanza de vencer el virus volante que nos acecha con diversos nombres y que celebres cada latido del corazón porque es el único presente que tenemos. «El corazón es centro porque es lo único de nuestro ser que da sonido».

Muchas gracias por tus lecturas del 2021 y te deseo Felices Lecturas 2022 además de salud, dinero y amor, las otras palabras mágicas de diciembre.