Política

Tres años de Moreno en Andalucía: de su peor resultado al traje a medida de presidente

El líder del PP se consolida al frente del Gobierno andaluz y saca rédito a su gestión desde 2019 frente al estancamiento del PSOE

Juanma Moreno tras ser investido presidente de la Junta de Andalucía el 16 de enero de 2019
Juanma Moreno tras ser investido presidente de la Junta de Andalucía el 16 de enero de 2019larazon

El cambio como fin ha sido el «leit motiv» político del Partido Popular en Andalucía durante una década. Sus campañas electorales giraban una y otra vez sobre la posibilidad de desbancar a un PSOE que gobernó ininterrumpidamente desde 1982 hasta el arranque de 2019. En esa fecha, en concreto el 16 de enero, Juanma Moreno era investido presidente andaluz, consumando el objetivo popular y convirtiéndose en el primero que no militaba en las filas socialistas.

El lema del cambio, en sus múltiples variaciones, ocupaba un generoso espacioso en los carteles del PP, como lo hace ahora la expresión «Gobierno del cambio» en las comparecencias de los titulares de la Junta, para quienes se ha convertido en una perífrasis ineludible. En 2008, el que fuera eterno aspirante a la Junta del PP, Javier Arenas, escogió «Cambiar a mejor es posible» como gancho electoral, tras una campaña en el mismo sentido bajo el título «Ahora el cambio, ahora Javier». En la siguiente cita con las urnas, el PP se dejó arrastrar de nuevo por el anhelo de desalojar al PSOE de San Telmo apelando a «El cambio andaluz», aunque la presidencia continuó en manos socialistas, pese a la victoria de Arenas, con 50 escaños. La comunidad continuaría aun siete años más avanzando «por el camino seguro» que proponía Griñán –que dimitió meses después por su imputación en el «caso ERE»–.

«Juanma Moreno, garantía de cambio» fue con el que finalmente consiguió su propósito, pese al estrepitoso resultado que dejó al PP con solo 26 escaños, muy lejos de los 50 obtenidos por Arenas en 2012 e incluso de los 33 con los que se saldó la primera comparecencia de Moreno como candidato del PP a la Junta. Ese lema procedía de una curiosa fusión: el cambio se unió a la «Garantía de futuro» con que concurrió el PP a las elecciones de 1999, y a su vez había sido utilizado por el PSOE cinco años antes. Otra curiosidad es que el PSOE de Felipe González se presentó con un eslogan similar en las elecciones presidenciales de España en 1982. «Por el cambio» fue la frase con la que González se convirtió en el primer presidente socialista del período Constitucional abierto tras el fin de la dictadura franquista.

Moreno tardó cinco años en culminar «la cuenta atrás del cambio en Andalucía» que inició al ser elegido líder del PP andaluz, como único candidato tras el respaldo explícito de Mariano Rajoy –expresidente del Gobierno y de su partido–. El presidente ha dejado atrás la imagen del bisoño candidato elegido por Rajoy en febrero de 2014, acogido a regañadientes en las filas del propio PP andaluz para suceder al eurodiputado y exalcalde de Sevilla Juan Ignacio Zoido. Los resultados del XIV Congreso celebrado en marzo de ese año arrojaban un aparente apoyo cerrado – obtuvo el 98% de los votos y la abstención del 7% de los compromisarios populares–. Los sucesivos cónclaves, celebrados en 2017 en Málaga, su tierra (95% de los votos), y el pasado noviembre en Granada (casi el 99% de apoyos) han afianzado su liderazgo.

Por aquel desconocido secretario de Estado han pasado ocho años que lo han situado como uno de los mayores valores de los populares en España. El traje de presidente de Andalucía ha cambiado radicalmente la percepción de Moreno dentro y fuera del PP, pasando de ser un líder cuestionado que se jugaba su permanencia en 2018 a ser presidente de la primera comunidad autónoma de España, derribando el mayor bastión del PSOE.

Las circunstancias han cambiado y los vientos de las encuestas electorales soplan favorables a Moreno, que prácticamente ha fagocitado a su socio de Gobierno, Cs, para aparecer como claro favorito a ganar unos comicios cuya fecha más probable apunta al mes de junio. Estos tres años que se cumplen desde su investidura le han permitido cuajar como líder y partir ahora con la ventaja que siempre contaba el PSOE: el poder. Quien ostenta la Presidencia de la Junta se garantiza una alta exposición mediática, que Moreno está sabiendo aprovechar para crecer en un feudo tradicionalmente socialista. Sin convocatoria electoral a la vista –la legislatura concluye en noviembre–, los últimos sondeos coinciden en resultados similares: entre 44 y 46 diputados para el PP y 32-34 para el PSOE. Esas cifras devolverían a los dos partidos mayoritarios al porcentaje del 73% de escaños –80 de los 109 del Parlamento– que tenían en 2015, recuperando el terreno perdido en 2018. En 2015, la suma era similar, pero las tornas distintas: PSOE (47 diputados) y PP (33) coparon el 73% de los escaños, con una abstención del 36% (tres puntos menos que en 2012, con 500.000 votos menos para el PP). En las últimas elecciones, las dediciembre de 2018 la abstención se disparó al 43%, según datos publicados en el BOJA. Los resultados fueron muy diferentes: entre PSOE (33) y PP (26) solo consiguieron el 54% de los escaños. Esa caída de 21 diputados se tradujo en la pérdida de 400.000 votos por parte del PSOE-A, que logró un millón, y 250.000 menos para el PP, con 750.000. Si se compara con 2012, cuando entre los dos obtuvieron 97 diputados (89% del total) el panorama ha cambiado mucho (el PP logró 50 escaños y el PSOE 47).

Para Juanma Moreno las previsiones apuntan a una mejora sustancial en la senda del mejor resultado del PP, mientras el PSOE se estanca con un doble enemigo que Moreno ya sufrió: el desconocimiento de su candidato y secretario general, Juan Espadas, y las dificultades para formar alianzas si sus posibles socios, en este caso a su izquierda, continúan tan fragmentados.