Que la tire Gasol

Un viejo chiste de los ochenta ponía a pasear bajo un andamio a un pasota (qué palabra más antigua, por Dios) a quien el jefe de obra trataba de reclutar: «Falta personal», le ofertaba a voces. «Pues que la tire Epi», respondía el otro sin volver la cabeza. Juan Marín, súper-consejero de Turismo que anda estos días entre saliente y doliente, lamentaba esta semana la carencia de trabajadores cualificados en hotelería y hostelería, los dos pilares de una economía andaluza entregada al bendito monocultivo del sector servicios. «Se está pagando bien», añade el menguante líder ciudadano en confirmación palmaría de que un cuatrienio al calor del presupuesto lo ha puesto a levitar. ¡No tiene ni la más remota idea de lo que cobra un camarero! A medida que envejecemos, vamos marginando nuestra capacidad de comprensión del prójimo y al vicepresidente, está claro, llega a la edad del cascarrabias con este regüeldo malamente disimulado que renueva el célebre «los jóvenes no quieren trabajar» que cada generación lleva escuchando desde Horario. El estancamiento, en el mejor de los casos, de los salarios no obedece tampoco a la iniquidad genética del empresariado, a menudo caricaturizado como una casta de explotadores que goza sádicamente con las apreturas ajenas. Si el trabajador gana poco, es porque los márgenes del patrón se han reducido hasta la calderilla debido, entre otras razones de menor importancia, a la voracidad extractiva de una Administración –también la autonómica– que jamás cesa de despilfarrar el dinero recaudado. Prueben a contener el gasto y verán cómo se traza el círculo virtuoso de una subida de los sueldos combinada con un frenazo a la inflación. Pero eso conlleva, para empezar, la renuncia a colocar a varios centenares de amigotes.