"Méritos e infamias"
Acqua alta
"Varias zonas de Sevilla quedaron inundadas sin que ninguna autoridad articulara un mecanismo eficaz y rápido para solucionarlo"
No me creo las comparaciones entre ciudades. Con cierta asiduidad siempre sale alguien que habla de una y de otras como si fueran hermanas siamesas separadas al nacer. A Sevilla le ocurre regularmente, porque todos aprovechan la mínima ocasión para colocarla como fiel de la balanza de muchas cosas. Cercanas, frente a Cádiz y Málaga. Lejanas, junto a Roma y Jerusalén. Ya digo que no me lo creo, porque cada una de ellas conserva una personalidad de siglos, especialmente la capital italiana, que en Sevilla se ha dilapidado progresivamente durante generaciones hasta quedarse en el decorado hueco de la actualidad. Bares, tiendas y hoteles que alojan a viajeros que vienen a encontrarse con una ciudad que habita en su voluntad y en la imaginación de muchos de sus vecinos. Sevilla soñada, Sevilla recreada. Por eso, esta semana con las lluvias y las calles inundadas varios lanzaron el bulo de que parecían canales venecianos las calles del centro. Me tengo que reír un rato, lo siento, porque por mucho que lo intentemos jamás los sevillanos nos dotaremos de una ciudad como Venecia. Es inútil y ridículo ponerse a la altura de la serenísima. Por muchas razones y sólo tienen que montarse en un avión para en un rato pasear por el Gran Canal rememorando la estrechez, en todos los sentidos, de nuestra capital andaluza. Sandeces, chorradas, que no merecen perder el tiempo en ellas. Sin embargo, me sirvió el comentario para reflexionar sobre la falta de previsión de la ciudad para enfrentarse a inundaciones severas como las de esta semana. En un rato, en breves minutos, varias zonas de Sevilla quedaron inundadas sin que ninguna autoridad articulara un mecanismo eficaz y rápido para solucionarlo. De hecho, el alcalde, José Luis Sanz, tuvo la ocurrencia de culpar a la Aemet por no activar la alerta roja. Como si los meteorólogos fueran los responsables de sanear arquetas, husillos, limpiar alcantarillas, desatascar canalones y agilizar obras que facilitaran el paso del agua y de los ciudadanos. Entre las doce y las dos de la tarde, el agua alta se hizo presente para nuestra impotencia. Como no nos podemos comparar con los venecianos, observemos mejor desde la distancia la variada gama de mecanismos que, desde la gran inundación de los años cuarenta del pasado siglo, defiende a la ciudad del Adriático. Nos quedaremos tan pasmados, que se nos quitarán las ganas de compararnos con la Puerta de Oriente.