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Andalucía afronta un futuro abrasador: los días por encima de 40ºC se triplicarán en 30 años
Las olas de calor en lo que va de siglo XXI se duplican y los planes de prevención se quedan cortos

El día más cálido de 2023 lo soportó la localidad de Marchena, en la provincia de Sevilla. Aquel 17 de julio el termómetro alcanzó los 46,5ºC. El año pasado en El Granado, en Huelva, el 24 de julio se registraron 45,6ºC y ayer también. Hoy, en la primera ola de calor de 2025, se esperan máximas por encima de 44ºC en el valle del Guadalquivir. La convivencia con estas condiciones climáticas que se agravan cada vez más roza el imposible. El significado de la palabra «emergencia» parece haber perdido su efecto, así como el impacto de las cifras de mortandad vinculadas específicamente al calor. Y los planes de prevención de las administraciones se quedan muy cortos.
Desde 1975 hasta 2025, Andalucía se ha visto afectada por 70 olas de calor, incluida la actual. En estos 50 años se observa que 23 olas tuvieron lugar en el siglo XX y 47 en el siglo XXI. Destaca el año 2017 en el que se produjeron hasta cinco y el año anterior fueron cuatro, al igual que en 2023. Pero, ¿qué se considera una ola de calor? Teniendo en cuenta que este año se han superado los 40ºC desde finales de mayo, hay que recordar que la definición de ola de calor es la de un episodio de al menos tres días consecutivos, en que como mínimo el 10% de las estaciones registran máximas por encima del percentil del 95% de su serie de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000.
Y es que Andalucía se asoma a un futuro abrasador: los días por encima de 40ºC podrían triplicarse en solo tres décadas. Según el informe «Análisis de la evolución futura bajo Escenarios de Cambio Climático de las variables climáticas y de las variables derivadas», realizado en el marco del proyecto de adaptación al Sexto Informe del IPCC, la región experimentará un aumento drástico de los días con temperaturas superiores a los 40ºC y un incremento sostenido de las olas de calor.
En el valle del Guadalquivir, especialmente a su paso por Córdoba y Jaén, el número medio de días con más de 40ºC, que históricamente rondaba los 5-6 días al año, podría superar los 30 hacia mitad de siglo (2041–2070), incluso en los escenarios más optimistas. En los escenarios más pesimistas, esa cifra podría escalar hasta 40 días anuales.
Las proyecciones más extremas para finales de siglo, bajo el escenario de mayores emisiones (SSP5-8.5), apuntan a una cifra escalofriante: entre 75 y 90 días al año superando los 40ºC, lo que supondría tres meses completos de temperaturas extremas.
El informe también constata un aumento generalizado del número de días de ola de calor. Para mediados de siglo, el valle del Guadalquivir podría sufrir entre 25 y 40 días más de ola de calor al año respecto al periodo histórico.
Este fenómeno no se limitará al interior: zonas como la costa de Huelva o la sierra de Cazorla, que históricamente apenas registraban temperaturas extremas, podrían alcanzar entre 15 y 40 días de calor sofocante al año hacia finales de siglo. Bajo los escenarios más severos, la práctica totalidad de Andalucía sufrirá estos eventos extremos durante al menos 15 días al año, con cifras aún mayores en áreas urbanas y agrícolas. El documento confirma una tendencia clara y sostenida de calentamiento, especialmente acusada en zonas del interior andaluz. Este cambio no es futuro lejano: ya se proyecta para las próximas tres décadas, lo que refuerza la necesidad de adaptar infraestructuras, servicios públicos, agricultura y planificación urbana para hacer frente a un clima cada vez más extremo y hostil.
El Plan Andaluz para la Prevención de los Efectos de las Temperaturas Excesivas sobre la Salud sostiene que los municipios juegan un papel clave en la prevención y prevé su colaboración activa a través de la FAMP (Federación Andaluza de Municipios y Provincias) para activar planes locales de prevención ante calor extremo y advierte de la necesidad de un refuerzo del entorno urbano que fomente el uso de zonas verdes, sombras naturales y artificiales; adapte espacios públicos para ofrecer sombra y acceso a agua potable; y controle y mantenga fuentes urbanas, parques y entornos recreativos. Información y sensibilización ciudadana, la atención a colectivos vulnerables urbanos y la aplicación de medidas en servicios públicos y movilidad son otros apartados a tener en cuenta ante niveles de alerta alta.
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