Arqueología

El dolmen que dejó la pista de su existencia por un anillo de piedras

Serviría de señal para identificar los túmulos que ocultaban los enterramientos y su localización es infrecuente

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Dólmenes de Antequera, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco en 2016. JUNTA DE ANDALUCÍA (Foto de archivo)larazonJUNTA DE ANDALUCÍA

El segundo de los dólmenes encontrados en la zona de la Sierrezuela, en Posadas (Córdoba), dejó la pista de su existencia con un anillo perimetral de piedras, un elemento que serviría de señal para identificar los túmulos que ocultaban los enterramientos y cuya localización es infrecuente.

El anillo perimetral o peristáltico está “claramente definido en su sector Este” y presenta “algunas piedras en similar disposición en parte de la zona Norte”, según recoge la memoria de la excavación en la que participó el arqueólogo José Miguel Bascón, para quien “ese anillo circular, por desgracia, no es algo que se encuentre en muchos dólmenes. Sí se documenta en la zona de Huelva pero no queda patente”.

“Aquí se ha puesto de manifiesto y tiene cierta relevancia”, ha dicho a EFE cuando se están desarrollando los trabajos de protección y puesta en valor del yacimiento, datado en el Calcolítico, hace entre 3.500 y 4.000 años, y que respeta este perímetro incluso en la forma de su cobertura.

Estos trabajos, bajo un proyecto del arquitecto Alejandro Galán, mantiene la propuesta de la empresa BM Arqueología y Patrimonio, que excavó en 2019 el yacimiento, descubierto en 1991 durante los trabajos de excavación del primero, Sierrezuela I, del que dista un centenar de metros y que se encuentran en una meseta en la parte más alta de lo que es hoy es un parque periurbano, a una altura de 315 metros sobre el nivel del mar.

ELEMENTO DE SEÑALIZACIÓN DEL ENTERRAMIENTO

El anillo, señala Bascón, “es un elemento de señalización por dónde estaría el túmulo, que no dejaría de ser un montículo de tierra, que lo que haría es señalizar a modo de hito esa galería, ese dolmen, que no hemos de olvidar que en el momento de uso estaría totalmente tapado”.

Por lo tanto, en el Calcolítico “no quedaría rastro ninguno, simplemente encontraríamos una serie de montículos que funcionarían a modo de hitos y esos enterramientos quedarían señalizados a través de esos montículos y de esos túmulos” arropados por los cinturones pétreos, como el localizado en Posadas.

Para respetar el anillo, los arqueólogos que excavaron el yacimiento propusieron una estructura similar a la que se construyó en el dolmen I “pero con disposición circular, de manera que quede integrado el túmulo y siga cumpliendo sus propias funciones el anillo perimetral existente”.

El arquitecto Alejandro Galán explica a Efe sobre el terreno que ha ideado una “intervención reversible” que sigue este criterio a través de una “planta hexagonal con grandes luces de doce metros, como presume ser el túmulo”, mediante “una estructura autoportable, que no necesita apoyo ni refuerzo, se comporta como una estructura autónoma”.

La planta hexagonal permitirá que la cubrición, en vez de rectangular, como en el dolmen I, sea circular, “con una chapa grecada y una cubierta de fibra vegetal, de brezo, de caña o de algún material de la zona” soportada “con una estructura ligera de acero atornillada y con unos dados de hormigón de contrapeso para fijar esas estructuras” al suelo.

EXPOLIO GUIADO POR EL DESCUBRIMIENTO ANTERIOR

El dolmen II se encontró, precisa José Miguel Bascón, “con una alteración bastante potente en la zona Oeste, probablemente producto de un expolio, un saqueo que seguramente se produjo con posterioridad a la excavación de 1991 del dolmen I porque vimos que se realizó en la misma zona donde se encontraron los ajuares y los restos en el dolmen I”.

La teoría es que los expoliadores observaron el lugar exacto en que apareció el ajuar en la galería excavada en 1991 por Reyes Lopera porque hasta entonces no se tenía constancia del lugar exacto que ocupaban dentro de la estructura funeraria.

La ausencia de elementos a analizar por el expolio “nos impide proponer un marco cronológico estable”, afirma el informe de la excavación realizado por el grupo de investigación de recursos patrimoniales de la Universidad de Córdoba PAI HUM-262, coincidente en parte con el equipo que actuó en el yacimiento en 2019.

Pese a ello, el documento señala que “por su similitud constructiva al dolmen I, podríamos vincularlo al período Calcolítico, pero no es posible concretar más sobre la época de construcción y utilización”.

La memoria de la excavación abre y cierra a la vez una hipótesis de datación alrededor del anillo perimetral porque, según especifica, en algunas construcciones megalíticas se ha constatado la presencia de este tipo de disposición “en momentos anteriores a la construcción funeraria, pudiendo llegar hasta momentos del Neolítico”, una “hipótesis que, en principio, descartamos, porque los restos hallados más antiguos en la zona corresponden al periodo Calcolítico”.

En todo caso, la memoria destaca que “algunas de las plantaciones de los palmitos (una especie autóctona protegida muy abundante en el espacio natural donde se encuentra el yacimiento) pudieron afectar a la propia estructura del dolmen y, seguramente, a la pervivencia del anillo circundante”.

Tal es así que, “de hecho, al excavar algunos de los grupos de palmitos, se estaban extrayendo algunas piedras de pequeño y mediano tamaño, localizándose algún bloque de piedra de mayores dimensiones enredado por la gran cantidad de raíces”, por lo que el monitor del ciclo formativo que dirigía al alumnado del Grado Medio Trabajos Forestales y de Conservación del Medio Natural del IES Aljanadic, de Posadas, que participó en la excavación, decidió podarlos, para lo que hubo que pedir una autorización expresa de la Junta de Andalucía.