"El bloc"
Las cosas de comer
"El alcalde saliente de Sevilla, Antonio Muñoz, y otros conmilitones se esfuerzan en esconder las siglas de su partido en la cartelería"
Recién arranca la campaña electoral canónica, aunque da la sensación de que la oficiosa se prolonga desde la antepenúltima glaciación, con el deseo por parte de las fuerzas conservadoras (nota bene: todo lo que queda a la derecha de Trotski) de que estos comicios locales se encaren como la primera vuelta de las generales de diciembre. Allí donde un socialista comparezca con opciones de triunfo, sus contrincantes le arrojarán a la cara las carantoñas a Puigdemont, los mimitos a Otegui y la coyunda con el Grupo de Puebla –pueden llamarlo Cártel– y la subordinación a Mohamed VI en un intento de que lo del día 28 se convierta en una riña plebiscitaria con Pedro Sánchez en el centro del debate. El planteamiento carece de la elemental justicia, para qué vamos a engañarnos, pero así es la política desde tiempos de los Graco y por eso el alcalde saliente de Sevilla, Antonio Muñoz, y otros conmilitones se esfuerzan en esconder las siglas de su partido en la cartelería. Lo que no pueden impedir es que el felón de La Moncloa mitinee en sus predios, así que se resignan a descontar un concejal por cada visita presidencial mientras se baten el cobre pedanía por pedanía para salvar las diputaciones, esas formidables agencias de colocación. Porque, el sábado de las investiduras, refulgirán como siempre los ayuntamientos grandes, pero la manduca del militante está más en los chiringuitos provinciales, cuyo gasto en personal excede con frecuencia las tres cuartas partes de su presupuesto total. Son los ocho tesoros ocultos de Andalucía y el que encuentre la llave del cofre tendrá un cuatrienio para vivir y hacer vivir a su gente, hasta que la crisis amaine. Hay mucha gente jugándose el sustento, que lo que convierte a las peleas en interesantes. Suerte.
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