"El bloc"
El Coto
"Hoy, cada partido (y cada partida…) saca en procesión a su pequeño ejército de batablancas apacentados para que analicen el estado de los acuíferos"
Hubo un tiempo, mucho más relajado que éste, en el que los periodistas especializados en medio ambiente –todo un subgénero a raíz del desastre de Aznalcóllar en 1998– se permitían bromas sobre el lince ibérico, al que rebautizaron como «el gato tonto de la Junta» y al cual, incluso, llegaron a componerle un himno: «Mi deber es procrear. ¡Qué procacidad! ¡Qué procacidad!», cantaban en el autobús que los llevaba de excursión a Bajo de Guía (a aquello le decían almuerzo de trabajo). Esas licencias bienhumoradas serían impensables en esta infausta era de corrección política y severidad, igual que parece que fue hace un siglo cuando la del biólogo Miguel Delibes de Castro (sí, el hijo de ESE Miguel Delibes) era la opinión canónica sobre el Parque Nacional de Doñana, que conoce mejor que el salón de su casa, porque la aproximación a la cosa se hacía bajo una perspectiva científica, no política. Hoy, cada partido (y cada partida…) saca en procesión a su pequeño ejército de batablancas apacentados para que analicen el estado de los acuíferos partiendo de un único axioma: «Mi jefe es buenísimo y el jefe de los otros es malísimo». Comprenderán que así es complicado hacerse una idea sobre dónde está el equilibrio entre el derecho a ganarse la vida de los cultivadores de frutos rojos y la obligación conservacionista de las instituciones. Al final, la bonita antonomasia del «Coto», cuyos pinos lloran despidiendo a las carretas, quedará sólo como una remembranza de las sevillanas rocieras mientras los (presuntos) progresistas lo fortifican como lugar de vacaciones de Pedro Sánchez y los (presumibles) conservadores lo desecan para contentar al lobby fresero. Cuando cambien las tornas, se invertirán los papeles y las conclusiones de los estudios de cada cual.
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