Opinión I El bloc

Espejo de Marisú

Nadie ponderará sin incurrir en injuria su condición de políglota ni su cultura enciclopédica ni su prosodia fascinante

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante la votación de la Ley de amnistía
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante la votación de la Ley de amnistíaEduardo ParraEuropa Press

Leopoldo Calvo-Sotelo hablaba con fluidez cinco idiomas, sin contar un español en el que se expresaba con la pulcritud del ingeniero de caminos –por el plan antiguo– que era, y amenizaba las veladas en La Moncloa interpretando al piano las sonatas de Chopin.

Cualquier parecido, o sea, entre el sustituto del único presidente dimisionario de la democracia española y quien ocuparía el cargo en caso de sustanciarse el mutis en diferido de Pedro Sánchez –lasciate ogni speranza– es pura coincidencia.

De la vicepresidenta María Jesús Montero, paisana y segunda en el escalafón en el Ejecutivo, destacarían las semblanzas aquello de «primera mujer en…», como si esa condición de pionera encerrase mérito alguno, más allá de la biología, en unos tiempos en los que (¡¡por ley!!) la mitad de los cargos públicos deben presentar la secuencia cromosómica XX. Nadie ponderará sin incurrir en injuria, ya se lo aseguro, su condición de políglota ni su cultura enciclopédica ni su prosodia fascinante ni siquiera su habilidad para la música, no ya la de cámara, siquiera para palmotear al compás cuando un cuñado se arranca por sevillanas.

Acaso el presidente del Gobierno, y ahí terminarán los sueños monclovitas de nuestra lozana andaluza, halló inspiración en el amigo granadino, su antiguo protegido Luis Rubiales, de quien copió la pose con palpado testicular ante un miembro de la Familia Real, en su caso Felipe VI, en tocada bolsillera a través del pantalón del chaqué tras la entrega del Premio Cervantes. «No dimito», gritará cinco veces el machote ante la ovación cerrada de sus súbditos. O quizá se marche un ratito para dejar a Félix Bolaños a cargo del cortijo, igual que hizo con Medvedev ese Putin con quien comparte escrupulosidad democrática y visión geopolítica.